miércoles, 26 de mayo de 2010

Del romanticismo nacional al funcionalismo Romanticismo nacional, 1870-1910 (ii)


El arquitecto que más se comprometió con el movimiento nacional romántico fue Lars Sonck (1870-1956), que supo utilizar y entender de forma excepcional materiales tradicionales como la piedra y la madera, conjugando las tendencias internacionales con una cuidada interpretación de la tradición tanto a nivel social como a través de un entendimiento del contexto físico finlandés. Aalto fue uno de los jóvenes que se entusiasmó por Sonck, quien siendo todavía estudiante, en uno de los viajes de la Sociedad de Arqueología, ganó su primer concurso: la iglesia de Mikaelinkirkko en Turku (finalizada en 1905) con la utilización del ladrillo rojo en un claro estilo neogótico. De su amplia e interesante obra, son sus pabellones de verano (a orilla de los lagos), mökki, los que más nos llaman la atención. Estas eclécticas construcciones con troncos de madera superpuestos y con decoraciones carelianas, tienen algunas características también del drakenstil noruego y representan la más clara puesta en escena de los postulados romántico nacionales.
Cuando Sonck construye para su amigo Sibelius la Villa Aïnola (1911) en el lago Tuusala en Järvenpää, y se crea una comunidad de artistas que incluye a los pintores Pekka Halonen, Eero Järnefelt y el escritor Juhani Aho, el estilo careliano deja de interesar y las construcciones se recubren con planchas verticales pintadas sin decoración.
Por su parte, los arquitectos Herman Gesellius (1874-1916), Armas Lindgren (1870-1929) y Eliel Saarinen (1873-1950) experimentan en Hvitträs -la comunidad de Kirkkonummi (1901-04)- su casa estudio. En medio de la naturaleza, su ecléctica y extravagante mansión es como una gran cabaña donde los pasajes, la continuidad espacial interior, la superposición de materiales y escalas en los espacios la dotan de un rico contenido poético –un resumen de toda una manera de entender su época y su entorno.
En la primera década del siglo el romanticismo nacional deja progresivamente de interesar. El art nouveau no está de moda, y será Sigurd Frosterus (1876-1956) quien redacte en 1904 el primer manifiesto en contra. Armas Lindgren (quien sucedió en 1917 a Gustav Nyström en la docencia de la arquitectura) comienza a transmitir a sus alumnos un acercamiento histórico a la antigua arquitectura italiana sin dejar de lado la tradición de la arquitectura finlandesa. Gustav Nyström (1856-1917) copia el clasicismo vienés y el racionalismo francés. Selim Arvid Lindqvist (1867-1936) investigará el uso del hormigón armado, y en Suecia surge una depuración del art nouveau. Coexisten una multiplicidad de influencias, y los jóvenes arquitectos, entre los que se encuentra Aalto, crecen con los ideales de una Finlandia independiente que busca una libertad de estilos.

lunes, 24 de mayo de 2010

Del romanticismo nacional al funcionalismo Romanticismo nacional, 1870-1910 (i)

Como consecuencia, entre otras causas, del dominio sueco y ruso que sufrió Finlandia durante más de seis siglos, se inició en 1831 un movimiento social de reafirmación nacional a partir de la búsqueda y consolidación de sus raíces como pueblo. Tanto en la literatura, como en la música, las artes plásticas o la arquitectura, la tendencia fue el reencuentro con los orígenes de lo que se creía que era la cultura autóctona finlandesa. Para trabajar en esta dirección, nacen diversas sociedades que impulsan actividades de investigación: la Sociedad de Literatura Finlandesa, fundada en 1831 como promotora de la lengua finesa, o la Sociedad Finlandesa de Arqueología, que se dedica desde 1871 a 1902 a la organización de viajes a diferentes zonas de Finlandia con el objetivo de recoger abundante material sobre la génesis de la arquitectura finlandesa (llegarán a recopilar más de 3.000 dibujos, acuarelas y fotografías). Yrjö Blomstedt y Víctor Sucksdorf publican en 1900 el álbum de fotografías y dibujos Edificios y formas decorativas en el centro de la Carelia rusa, donde se pueden ver construcciones de tipo bizantino realizadas en madera.
La Sociedad de Literatura Finlandesa financió un viaje a Elías Lönrot (1802-84) para recoger cantos populares y poemas de transmisión oral en la zona de Carelia (donde, se pensaba, estaban las raíces de la cultura finlandesa), publicando su recopilación en forma de un poema épico titulado Kalevala, cuya primera edición aparece en 1835, y su segunda versión más extensa en 1849.
En el campo de la enseñanza (nos referimos a los cursos de arquitectura en el Politécnico de Helsinki), Gustav Nyström, a partir de 1902 y hasta 1917, propone estancias obligatorias en diversas regiones de Finlandia con el objeto del estudio gráfico de su arquitectura, lo que posteriormente conllevará el montaje de diversas exposiciones y sugerirá la creación del Museo de Arquitectura. Durante estos años, los estudiantes de arquitectura se nutren de las tradicionales construcciones de madera procedentes de la edad media: iglesias y granjas eran las más habituales.
La arquitectura asume también un papel de reacción en contra del estilo empire impuesto por Rusia y, tomando como referencia los textos medievalizantes del Kalevala, se añaden a la arquitectura cornisas y formas decorativas de lo que se cree la tradición finlandesa, en un intento de reafirmación nacionalista. Esta tendencia artística fue denominada romanticismo nacional y se solapó con corrientes europeas como el free style inglés, el art nouveau, el jugendstil y el modernisme catalán.
Numerosos artistas importantes se comprometieron con el romanticismo nacional: el músico Jan Sibelius (1865-1950) quien compuso la suite Karelia y Finlandia o el pintor Akseli Gallén-Kallela (1865-1931), que diseñó su propia casa estudio en Ruovesi, tomando como modelo las granjas vernáculas de Carelia
(consideradas como los orígenes de la arquitectura finlandesa). Hay que recordar que el propio Aalto escribió en 1941 un artículo elogiando la arquitectura careliana (que posteriormente se descubrió que procedía de las casas de dos plantas de los boyardos rusos).

sábado, 22 de mayo de 2010

Ferias y pabellones: ecosistemas culturales (II)

Paradójicamente, siendo Alvar Aalto uno de los arquitectos sobre los que más artículos y publicaciones se han escrito, sigue conservando intactas algunas de las más aleccionadoras aportaciones metodológicas y poéticas a la arquitectura, relacionando de forma precisa la historia, la teoría y la práctica profesional. A través de sus proyectos para ferias y pabellones de exposición, pondremos de manifiesto el contenido cultural del hombre como arquitecto y el necesario diálogo entre historia, proyecto y vanguardia.
Como decía el propio Aalto, los arquitectos necesitan experimentar sus nuevas ideas y para ello se tienen que construir -el papel no es suficiente- por ello las múltiples modificaciones del proyecto en la ejecución de la obra eran frecuentes en nuestro autor. Este laboratorio experimental con maquetas
a escala 1:1 se suplió en parte con sus proyectos para exposiciones, que a lo
largo de su carrera fueron interpretando las trazas de la arquitectura finlandesa, la historia, el paisaje y el carácter de un país, sin olvidar las vanguardias de su tiempo. Son un ejemplo de cómo el arquitecto incide directamente en la sociedad, cómo propone una arquitectura con contenido cultural y social, cómo el contexto y la idiosincrasia de un pueblo y del propio individuo están presentes por encima de otros intereses. El deseo de un arquitecto de conseguir una arquitectura más humana y su lucha por salir de la telaraña internacional de la arquitectura mediática que dicta las pautas de lo que se debe o no hacer en cada momento.
Por todo ello, creemos que estas obras no son ni mucho menos obras menores por su condición de arquitectura efímera. Además, pensamos que solamente son abordables desde un planteamiento humanista de la arquitectura, ejemplificado en la propia trayectoria vital y profesional de Alvar Aalto.

viernes, 21 de mayo de 2010

Ferias y pabellones: ecosistemas culturales (I)

Las exposiciones se pueden entender como vectores sociales y culturales que trazan los caminos a seguir por los nuevos tiempos. Son reducidos ecosistemas culturales, son un modelo comprimido que interpreta las características de los diferentes pueblos y el nuevo espíritu vanguardista que avanza en una doble dirección, que va de lo individual a lo colectivo y de lo universal a lo particular, produciéndose un intercambio multicultural que constituye y define, en gran parte, la modernidad.
Desde la forma arquitectónica, la concepción espacial en función del material a exponer y la condición efímera del montaje confieren a las exposiciones una intensidad suplementaria en la búsqueda de la mejor solución arquitectónica que sea capaz de transmitir, en un condensado espacio físico
y temporal, el contenido cultural de aquella sociedad a la que representa. Los
creadores de los pabellones (arquitectos o ingenieros en su mayoría), ayudados por la condición efímera (transgredida, afortunadamente, en algunos casos) pudieron experimentar con estas obras nuevos instrumentos de interpretación que después trasladarían y enriquecerían el resto de sus creaciones.
Hay que insistir en el hecho de que nosotros atribuimos a los pabellones
y ferias de Alvar Aalto un gran valor cultural y, por si surgiesen dudas sobre este atributo (dada su condición efímera o debido a que su construcción se realiza fuera de su contexto físico y con ausencia de trazas históricas) y esto diera pie a considerarlas como obras menores, queremos remarcar que es precisamente por esas específicas carencias previas, por lo que las obras adquieren muchísimo más valor, al dotarse a sí mismas de todos aquellos contenidos necesarios para representar e interpretar adecuadamente la cultura
y el contexto. Los materiales y la forma arquitectónica son los encargados de
transmitir al espectador las categorías inherentes a las intenciones del arquitecto. Si utilizamos el concepto aristotélico de mímesis, podremos atribuir a
los pabellones que realizó Alvar Aalto la característica de miméticos en su condición de transmisores entre la necesidad social del espacio construido como lugar de identidad colectiva, culturalmente propio, y la realidad construida en la que el hombre experimenta y da forma física a los contenidos poéticos que la obra es capaz de interpretar y, por consiguiente, de contener.

Mímesis que no hay que entender, pues, como pasiva imitación o reduplicación de un objeto, sino como la activa conexión de una trama estructural
(en arquitectura: la construcción) y una trama
psicosocial (en arquitectura: el habitar); como la poética transformación de lo físico en significativo, de un objeto en imagen.
( X. Rubert de Ventós / prólogo al libro Poética y arquitectura de Josep Muntañola, p.8 )