martes, 12 de abril de 2011

El proyecto del nuevo World Trade Center no logra despegar

Es una de las obras más vigiladas del mundo. Los trabajadores llevan identificación de seguridad como en los aeropuertos, incluso los que desempeñan las tareas de más baja cualificación. Ningún turista consigue hacer una foto del histórico lugar sin que aparezcan en ella policías con sus uniformes negros.

Casi diez años después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 va tomando forma en la “Zona Cero” el nuevo World Trade Center (WTC), un proyecto multimillonario. Si todo va bien, debería estar listo en dos años. Pero hasta ahora, no todo va bien.

Nueva York es un símbolo de Occidente: ruidosa, codiciosa, brutal, tolerante, colorida y crisol de culturas. Y para muchos, las dos torres del viejo WTC, que caracterizaban el “skyline” neoyorkino, eran un símbolo de progreso, pero también de decadencia y megalomanía.

Aunque algunos hubieran preferido un parque en recuerdo de los casi 3.000 fallecidos durante las dramáticas horas que siguieron a los atentados, la mayoría de neoyorkinos quería mostrar la voluntad de reconstrucción de Estados Unidos con una torre, cuanto más alta mejor.

Pero tan gigantescas como las ideas para diseñar el nuevo estandarte de la metrópoli norteamericana son los problemas del proyecto. Entre ellos figuran un magnate inmobiliario con los beneficios en mente y un alcalde patriarcal. Además, se suman varios gobernadores con ganas de titulares (ya van cuatro) y por último, pero no menos importante, una legión de burócratas, cada uno con sus ideas.

A finales de 2002 se presentaron siete diseños, el más osado con una propuesta de 700 metros de altura. Pero ganó el arquitecto polaco-israelí-estadounidense afincado en Berlín Daniel Libeskind. Su proyecto era elegante, audaz, moderno, como les gusta a los neoyorkinos. Y era valiente, grande y simbólico, como les gusta a muchos estadounidenses.

Como en el viejo World Trade Center, también habrá varios edificios más pequeños. Pero incluso el segundo y el tercero por tamaño tendrán ya las dimensiones del Empire State. Eso sí, una torre sobresaldrá en el conjunto, como antaño las Torres Gemelas. Tendrá 541 metros de altura, 130 más que sus antecesoras. La cifra equivale a 1.776 pies, el año en que se fundó Estados Unidos.

Su forma recuerda un poco a la Estatua de la Libertad, y no casualmente. El entonces gobernador de Nueva York, George Pataki, tenía claro el nombre: Freedom Tower, la Torre de la Libertad.

Sin embargo, ya el New York Times predijo que ningún diseño se llevaría a cabo porque “tienen poco que ver con la realidad”. Chic, pero nada prácticos.

Las críticas
Financiamiento Larry Silverstein, arrendatario del solar de 65.000 metros cuadrados, dijo que el diseño era difícil de aprovechar y de financiar. Y encargó la revisión del proyecto al rival de Libeskind, David Child.


Magnate Silverstein es, después de Donald Trump, el magnate inmobiliario más conocido de Nueva York. Había alquilado las torres gemelas por 3.200 millones de dólares seis semanas antes de los atentados. Y desde entonces se esfuerza por volver a convertir en negocio las letras WTC.

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