He escrito
que
todas
estas
consideraciones
son
importantes
si
en
ellas
hay
hechos;
hechos que muestran
su
relación
directa con
el
hombre.
Ahora,
estos
elementos constituyentes de
la
ciudad,
estos
hechos
urbanos
de
naturaleza característica y caracterizante, ¿no son, en cuanto producto de la actividad
humana como
hecho colectivo, uno de los más auténticos
testimonios del hombre? Y, naturalmente, cuando
hablamos de estos hechos no podemos
ignorar en modo alguno su arquitectura, que es la misma creación humana.
Un especialista francés escribía recientemente que pensando
en la crisis institucional de
la Universidad
francesa
le
parecía
que
nada
podia
expresar
esta
crisis
de
manera tangible como la falta de un edificio que «fuese» la Universidad francesa. El hecho de
que París, siendo una de las grandes
universidades de Europa, no hubiera conseguido nunca «construir» esta sede era señal de una debilidad interna del
sistema.
[…] La confrontation avec ce prodigeux phénoméne architectural produsit
sur moi un effet de choc. Une inquietude naquit, et un supvon, qui devait se confirmer lorsque, par
la suite, u me ffit donné de visiter
Coimbra, Salamanca et Goettingen ou encore Padue... c’est le néant architectural de l’Université française qui m’a fait comprendre son néant
intellectuel et spirituel.
¿
Es
posible
afirmar que las catedrales y las iglesias
esparcidas
por
el
mundo y San Pedro no constituyen la universalidad de la Iglesia católica? No me refiero al carácter monumental
de estas arquitecturas ni a su valor
estilístico: me refiero a su
presencia a su construcción, a su
historia. En otros términos, a la naturaleza de los hechos
urbanos.
Los hechos urbanos tienen vida propia, destino propio.
Vayamos a un hospital:
el dolor es algo concreto. Está en las paredes, en los patios,
en los dormitorios.
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