sábado, 14 de julio de 2012

GARDENCITY Y VILLE RADIEUSE II


Es decir, la Siedlung, tal cual la podemos conocer y describir a través de los ejemplos berlineses, no representa un modelo autónomo; negando, en fin, una posición autónomde la Siedlung no niego que ésta tenga una posición propia precisa entre los modelos residenciales.

Todo  lo  que  quiero  sostener  es  que  la  Siedlung,  en  una  situación  urbana  como  la  de Berlín  y  de  otras  ciudades  de  Europa,  representa  una  tentativa  de  mediación,  más  o menos  consciente,  de  las  diferentes  concepciones  espaciales  de  la  ciudad.  Y  ello  no significa sostener que una posición de este tipo no pueda ser válida. Al contrario, no podernos  reconocer  condiciones  de  legitimidad  a  las  tesis  y  a  las  experiencias  que colocan la Siedlung en la ciudad como elemento separado de la ciudad misma, o bien sin preocuparse de las relaciones que existen entre ésta y la ciudad.

Para   llevar    fondo   este   análisis   de   la   residencia   respecto    los   dos   modelos fundamentales  a  que  será  referido,  garden  City  y  yute  radieuse,  sería  necesario profundizar la relación que hay entre ciertas teorías de carácter político y social y estos modelos residenciales.

Un trabajo de este tipo ha sido tratado con excepcional viveza por Carlo Doglio en lo que se refiere a la ciudad jardín; éste tendría que ser proseguido en aquel sentido.

Por lo que se refiere a la ciudad jardín, sin intentar siquiera resumir el ensayo de Doglio, que  queda  como  una  de  las  páginas  más  bellas  escritas  sobre  la  urbanística  en  Italia, quiero citar aquí el comienzo del ensayo que da el cuadro del planteamiento exacto en la dificultad y complejidad del problema: [...] Y digamos en seguida que en el caso que examinamos la situación es particularmente compleja a causa del entresijo igualmente conformista y sustancialmente reaccionario de las opiniones favorables; a causa de un equívoco que, en suma, no mancilla solamente el aspecto formal del problema sino que se esconde hasta sus más fundamentales respuestas: cuando Osborn, para citar el más conocido  activista  howardiano,  propone  la  ciudad  jardín  como  ejemplo  piloto  de  una reconstrucción  auténticamente  moderna  y  humana  de  los  centros  habitados  (y  por  lo tanto de la sociedad, tengámoslo bien presente) y condena desdeñosamente los barrios populares  de  Viena  o  de  Estocolmo,  lo  que  hace  es  negarles  la  mayor  validez,  tanto estética cuanto social, que aquellos barrios han tenido históricamente; pero cuando las soluciones  de  Letchworth  o  de  Welwyn  suprimidas  sin  más  por  los  rumiadores  del marxismo, no solamente por la forma que asumieron (y por el contenido prácticamente inmóvil  que  derivó  de  ellas),  sino  también  por  el  tipo  propuesta  estructural  que sobreentendían (ciudad y campo, descentralización, etc.), entonces ya no se puede más que  decir  que,  a  pesar  de  todo,  eran  más  vivas  aquellas  soluciones,  más  cargadas  de fermentos y de futuro, que cualesquiera otras que hayan sido planteadas desde entonces hasta hoy».

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