martes, 24 de julio de 2012

LA CIUDAD ANTIGUA - II

En el mundo clásico la vida urbana se confundía con la vida nacional; el sistema municipal se identifica, pues, en la Antigüedad con el sistema constitucional. 
Roma, extendiendo su dominación al mundo mediterráneo, hace de las ciudades punto de su sistema imperial; éste sobrevive a las invasiones germánicas y a las árabes, pero la ciudad cambia completamente su función. Este cambio es esencial para comprender la evolución sucesiva de la ciudad. 
En primer lugar, la Iglesia establece sus diócesis en las circunscripciones de las ciudades romanas; la ciudad se convierte, pues, en la sede del obispo; así el éxodo de los mercaderes, la decadencia del comercio, el fin de las relaciones entre las ciudades al no tener ninguna influencia en la organización eclesiástica, no modifican la estructura urbana. Las ciudades se identifican con el prestigio de la Iglesia, se enriquecen, por el otro crece su prestigio moral. A la caida del Imperio carolingio los principes feudales continuan respetando la autoridad de la Iglesia y de ello deriva que aun en la anarquia de los siglos IX y X la preeminencia de los obispos confiere naturalmente a sus residencias, esto es, a las antiguas ciudades romanas, absoluto preeminencia. 
Pirenne demuestra que es este el verdadero motivo que salva las ciudades de la ruina, porque en la economia del siglo IX no tiene razon de existir; con la desaparición de los mercaderes ya no representan para la sociedad laica interes alguno. A su alrededor las grandes propiedades agrícolas viven una vida propia y por otro lado el Estado constituido sobre una base puramente agrícola no se preocupa de su suerte. Los castillos de los príncipes y de los condes se encuentran en el campo, mientras que es precisamente la sedentariedad del oficio eclesiástico lo que une los obispos a la ciudad. En este sentido la ciudad se salva de la ruina como lugar físico por la sede de los obispos y no como continuidad de las instituciones urbanas. El ejemplo de Roma llega a ser, en el análisis de Pirenne, de extraordinaria evidencia: «La ville impériales est devenue la ville pontificale. Son prestige historique a rehaussé celui du successeur de Saint Pierre. Isolé, il a paru plus grand, et il est en méme temps devenu plus puissant. On n’a plus vu que Iui... En continuant á habiter Rome, u en a fait sa Rome, comme chaque éveque a fait de la cité qu il habitait, sa cité».

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