Es lógico
suponer que el éxito de los complejos
residenciales esté relacionado con la existencia de servicios públicos
y de equipamientos colectivos y se pone de relieve
la importancia de este hecho. Este es también causa de la posibilidad de dispersión de las
partes residenciales; evidentemente, la concentración residencial de la ciudad antigua y de
la
Roma imperial
es
explicable plausiblemente
por
la
carencia
casi
absoluta de transportes públicos y
la
excepcionalidad de
los
transportes
privados.
Pero
esta explicación no es suficiente;
piénsese, por contraste, en la Grecia antigua o en la
morfología de algunas ciudades nórdicas.
Es
difícil
sostener que este aspecto
sea
caracterizante.
En
otros
términos, se puede
afirmar que, dado un sistema de transportes públicos, la forma de la ciudad no está aún determinada
o
que
aquel
sistema pueda establecerse
en
todo caso para obtener
cierta
forma
de
la
ciudad
o
para
seguirla.
No
creo
que el metropolitano
de
cualquier
gran ciudad pueda ser objeto de disputas
fuera de su eficiencia técnica,
mientras que no se puede
decir
lo
mismo de
los
establecimientos residenciales, que
son
objeto
de numerosas
disputas
en
el
sentido
de que su constitución, en cuanto hechos urbanos, puede ser controvertida.
Existe, pues, un hecho especifico en el problema de la residencia que está íntimamente
vinculado al problema de la ciudad, a su modo de vivir, a su forma física e imagen; es
decir, a su estructura.
Este
elemento especifico no tiene
que
ver
con
ningún
tipo
de
equipamiento técnico, el cual no constituye un hecho
urbano.
De ello resulta, pues, que el estudio de la residencia puede ser un buen método para el
estudio de la ciudad, y viceversa. Quizá nada ilumina tanto las diferencias estructurales
entre una ciudad mediterránea como Tarento
o
una
nórdica
como Zurich,
como los aspectos diversos del problema residencial; me refiero propiamente a los aspectos morfológicos y estructurales. Consideraciones de este
tipo
pueden
hacerse
también a propósito de las
aldeas
alpinas
y
de
todos
aquellos
agregados
en
los
que
el
hecho
residencial es de por sí preponderante si no único.
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