viernes, 10 de agosto de 2012

El Foro romano - I


En las páginas precedentes hemos partido del concepto del locus para avanzar algunas consideraciones sobre la arquitectura de la ciudad y sucesivamente sobre el valor de los hechos arquitectónicos en la constitución y en el crecimiento de la ciudad.

A la luz de estas consideraciones volveré ahora sobre la relación entre la arquitectura el locus para considerar sucesivamente otros aspectos de este problema y el valor del monumento en la ciudad.

Probaremos de observar el Foro romano desde este punto de vista, con la certeza de que investigaciones  profundizadas  en  monumentos  de  esta  importancia  podrán  ofrecernos materiales fundamentales para la comprensión de los hechos urbanos.

El   Foro   romano,   centro   del   Imperio,   referencia   en   las   construcciones    en   las transformaciones  de  muchísimas  ciudades  del  mundo  clásico  y  fundamento  de  la arquitectura del clasicismo, tiene formas y situación anómalas respecto de la ciencia de la ciudad tal cual era practicada por los romanos.

Sus orígenes son geográficos e históricos al mismo tiempo; una zona baja y pantanosa entre colinas empinadas, en el centro aguas estancadas entre sauces y cañaverales que se inundaban completamente durante las lluvias; en las colinas, bosques y pastos. Así vio el Foro Eneas:

[..] passimque armenta videbant

Romanoque foro et lautis mugire Carinis.

(AEM., VIII, V 360)

Así los latinos y los sabinos que se establecieron en el Esquilino, en el Viminal, en el Quirinal.

Estos  lugares  favorables  para  los  encuentros  de  los  pueblos  de  la  Campania  y  de  la Etruria favorecían los asentamientos. Los arqueólogos confirman que ya durante el siglo viii los latinos descendían de sus colinas para depositar aq sus muertos. Así el valle del Foro, y la necrópolis descubierta por Boni entre 1902 y 1905 al pie del templo de Antonino y de Faustina constituye el testimonio más antiguo que el hombre haya dejado en él. Necrópolis, después sede de batallas o más probablemente de ritos religiosos, se convierte cada vez más en la sede de una nueva forma de vida, el principio de la ciudad que  se  va  formando  con  las  tribus  esparcidas  por  las  colinas;  que  se  encuentran  y  se funden.

La conformación geográfica dictó el recorrido de los senderos, después el de las calles remontando los valles en el sentido de su mínima pendiente (vía Sacra, Argiletus, vicus Patricius)  o  las  que  seguían  los  itinerarios  de  las  pistas  extraurbanas;  ningún  claro diseño urbanístico, sino una estructura obligada por el terreno. Este carácter de unión con el terreno, con las condiciones del desarrollo de la ciudad, permanece después en toda la historia del Foro, en su forma, que lo hace así diferente de los de las ciudades de nueva fundación.

De  donde  esta  irregularidad  ya  criticada  por  Livio  ([....]  Ea  est  causa,  cur  veteres eloacae primo per publicum ductae nunc privata passim subenan tecta, formaque urbis sit accupatae magis quam divisae similis [...]), la culpa de la cual atribuye a la velocidad de la reconstrucción después del incendio galo, y la imposibilidad de aplicar la limitatio fue  debida  precisamente  al  tipo  de  crecimiento  muy  parecido  al  de  las  ciudades contemporáneas que Roma tuvo que seguir.

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