sábado, 25 de agosto de 2012

Evolución de los hechos urbanos - Part I

Se ha afirmado muchas veces que la ciudad puede ser definida sólo refiriéndola precisamente al espacio y al tiempo; sólo así podemos comprender de qué hecho urbano nos estamos ocupando. Roma hoy o Roma en la época clásica son dos hechos distintos, aunque en ambos casos deberemos ver la importancia de los fenómenos de permanencia que vinculan la Roma del pasado a la de hoy. Como quiera que sea, queda el hecho de que si queremos dar cuenta de las transformaciones de los hechos urbanos debemos ocuparnos siempre de hechos muy circunstanciados. Los estudios más profundizados, y la experiencia del hombre común lo confirma, nos señalan que una ciudad cambia completamente con el paso de cincuenta años; quien vive en la misma ciudad se habitúa lentamente a esta transformación, pero no es por esto menos real. Desde luego, hay épocas, o períodos de tiempo más o menos largos, en los que las ciudades se transforman mucho más rápidamente que en otras; París en tiempos de Napoleón III, 
 Roma en su advenimiento a capital de Italia y de modo semejante en todos aquellos casos en los que las transformaciones son rápidas, impetuosas, aparentemente imprevistas. Pero en todas las épocas las literaturas están llenas de descripciones, de notas, a menudo de desahogos nostálgicos sobre las transformaciones de la fisonomía de la ciudad. Mutaciones, cambios, simples alteraciones tienen, por tanto, tiempos diversos; fenómenos particulares, accidentales como las guerras o las expropiaciones, pueden arruinar en poco tiempo situaciones urbanas que parecían definitivas, o bien estos cambios pueden producirse en tiempos más largos por sucesivas modificaciones, a veces modificaciones de elementos y de partes determinadas. En todas estas modificaciones intervienen muchas fuerzas que se aplican en la ciudad; estas fuerzas pueden ser de naturaleza económica, política o de otro género. Una ciudad puede cambiar por su riqueza económica que impone fuertes transformaciones en el modo de vivir, o puede ser destruida por una guerra; piénsese en las transformaciones de París y de Roma en las épocas que he referido más arriba, y la destrucción de Berlín o de la antigua Roma, en la reconstrucción de Londres y Hamburgo después de los grandes incendios que las han devastado o después de los bombardeos de la última guerra. En todo caso, las fuerzas que guían estos cambios son individualizables. 
 Un análisis de la ciudad nos permite también ver por qué caminos se aplican éstas; por ejemplo, mediante el estudio de las propiedades en series históricas catastrales observamos la marcha de las propiedades sobre la base de ciertas tendencias económicas, la adquisición de las zonas por parte de los grandes grupos financieros que cuando aparece determina el fin del fraccionamiento de las parcelas y la formación de grandes zonas disponibles para complejos completamente diversos. Lo que no está claro es el modo concreto en que estas fuerzas se manifiestan y sobre todo la relación que existe entre su fuerza potencial y los efectos que producen.

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