miércoles, 1 de agosto de 2012

Individualidad de los hechos urbanos. - IV

Me he preguntado varias veces, también en el curso de este ensayo, dónde empieza la individualidad de un hecho urbano; si está en su forma, en su función, en su memoria, o hasta en alguna otra cosa. Entonces podremos decir que la individualidad está en el acontecimiento y en el signo que lo ha fijado. 
Pensamientos’ de este tipo siempre han recorrido la historia de la arquitectura. Los artistas siempre se han basado en algo originario, en un hecho que viene antes que el estilo. Burckhardt intuyó este proceso cuando escribió: «Allí en el santuario se producen los primeros pasos hacia lo sublime, ellos [los artistas] enseñan a separar el elemento casual de las formas; surgen tipos y, en fin, inicios de ideales». 
 Así, la relación entre las formas y el elemento que está antes se vuelve a proponer como necesidad de un fundamento; entonces la arquitectura, mientras por un lado vuelve a poner en discusión todo su ámbito, sus elementos y sus ideales, por el otro tiende a identificarse con el hecho sin tener ya en cuenta aquella separación que se había producido al inicio y que le permite desarrollarse con autonomía. En este sentido se pueden interpretar las palabras de Adolf Loos: «Cuando en el bosque encontramos un túmulo largo de seis pies y ancho de tres, con forma de pirámide dada por la pala, nos volvemos serios y algo dice dentro de nosotros: “Aquí está sepultado alguien”. Esta es la arquitectura». 
 El túmulo largo de seis pies y ancho de tres es la arquitectura más intensa y más pura porque se identifica en el hecho; así pues, sólo en la historicidad de la arquitectura se realiza aquella separación entre el elemento originario y las formas que el mundo antiguo parece haber resuelto para siempre y del que deriva el carácter de permanencia que reconocemos en aquellas formas. Por ello también las grandes arquitecturas se reproponen la arquitectura de la Antigüedad como si la relación estuviera fijada para siempre; pero cada vez se repropone con una individualidad diferente. 
El pensamiento de una misma arquitectura se manifiesta en diferentes; podemos, pues, derivar de un principio idéntico nuestras ciudades captando lo concreto de cada una de las experiencias. Cuanto decía al inicio de este libro hablando del Palazzo della Ragione de Padua, por ejemplo, está quizá todo aquí; más allá de sus funciones y de su historia, pero no más allá de su ser en aquel lugar. Entonces, para darnos cuenta de los contornos de este problema tal cual es o confina con el dominio de la arquitectura, conviene aclarar cada uno de aquellos aspectos singulares destacables, aquellas relaciones de las que podemos ver sus recíprocos limites.

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