jueves, 2 de agosto de 2012

Individualidad de los hechos urbanos. - V

Quizá podamos darnos mejor cuenta de algo de este lugar, que a veces nos parece sólo silencio, mirándolo por la otra parte, por los aspectos que penetran en él con contornos no ya racionales, desde luego, sino más familiares, más conocidos; hasta cuando continuemos captando estos contornos que después se difuminan y desaparecen. 
 Estos contornos van relacionados con la individualidad de los monumentos, de la ciudad, de las construcciones, y de ahí el concepto de individualidad, y sus límites, donde ésta comienza y donde ésta acaba; van relacionados con el vínculo local de la arquitectura, con el lugar de un arte. 
 Y, por lo tanto, los vínculos y la precisión misma del locus como un hecho singular determinado por el espacio y por el tiempo, por su dimensión topográfica y por su forma, por el ser sede de vicisitudes antiguas y modernas, por su memoria. Pero estos problemas son en gran parte de naturaleza colectiva y nos obligan a detenernos brevemente en el estudio de las relaciones entre el lugar y el hombre; a ver, pues, las relaciones que hay con la ecología y la psicología Les plus grandes productions de l’architecture sont moins des oeuvres individuelles que des oeuvres sociales; plutót l’enfantement des peuples en travail que le jet des hammes de génie; le depôt que laisse une nation; les entassements que font les siécles; le résidu des evaporationa successives de la societé humaine; en un mot, des espéces de formations. 
  VICTOR HUGO 
 En su obra consagrada a los monumentos de la Francia de 1816, Alexandre de Laborde alaba, como Quatremere de Quincy, a los artistas de fines de siglo XVIII y de comienzos del XIX por haberse llegado a Roma a estudiar y a tomar los inmutables principios de los estudios superiores, recorriendo así las grandes avenidas de la Antigüedad. Los arquitectos de la nueva escuela se presentaban como especialistas atentos a los hechos concretos de su ciencia: la arquitectura. Esta recorría, pues, el camino seguro porque sus maestros estaban preocupados por establecer una lógica de la arquitectura basada en principios esenciales. 
«[...] lIs sont a la fois des artistes et des savants; ils ont pris l’habitude de l’observation et de la critique 

[.......] Pero a De Laborde y a sus contemporáneos escapaba lo que era en sus grandes líneas el carácter fundamental de estos estudios y que consistía en una apertura suya hacia los problemas urbanos y hacia las ciencias humanas: apertura que hacía frecuentemente inclinar la balanza del lado del sabio más bien que del arquitecto. Solamente una historia de la arquitectura fundada en los hechos podría darnos un cuadro comprensivo de este difícil equilibrio y permitirnos un conocimiento más articulado de los hechos mismos

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