miércoles, 15 de agosto de 2012

Individualidad de los hechos urbanos. - XII


Se puede objetar que al anticipar estas consideraciones sólo hago referencia a la ciudad antigua;  a  esta  crítica  se  puede  responder  con  dos  argumentos:  el  primero,  que constantemente hemos tenido como  hipótesis de este estudio, es el de que aquí no se hace  ninguna  diferencia  entre  ciudad  antigua  y  ciudad  moderna,  entre  un  antes  y  un después, desde el punto de vista de la manufactura; el segundo, que no existen ejemplos de  ciudades  articuladas  exclusivamente  en  hechos  urbanos  modernos  o  que  al  menos tales  ciudades  no  son  para  nada  típicas,  siendo  propio  de  la  ciudad  su  carácter  de permanencia en el tiempo.

Por  otra  parte,  concebir  la  fundación  de  la  ciudad  por  elementos  primarios  es  a  mi parecer  también  la  única  ley  racional  posible;  es  decir,  la  única  extracción  de  un principio lógico en la ciudad para continuarla. Como tal así ha sido asumida en la época de la Ilustración y como tal ha sido rechazada por las teorías destructoras de la ciudad como progreso; piénsese en la crítica de Fichte a la ciudad occidental, donde la defensa del carácter comunitario de la ciudad gótica (Voik) contiene ya la crítica reaccionaria de los años siguientes (Spengler) y la concepción de la ciudad como fatalidad.

Aunque  no  me  ocupe  aquí  de  estas  teorías  o  visiones  de  la  ciudad,  es  indudable  que ellas tenían su traducción en una ciudad sin referencias formales y que se oponen, más o menos conscientemente en los epígonos, al valor ilustrado del plano.

También  desde  este  punto  de  vista  se  puede  anticipar  la  crítica  a  los  socialistas románticos; a los diferentes conceptos de comunidad autosuficientes y a los falansterios.

Ellos admiten y sostienen que la ciudad no puede expresar ni un valor que la trascienda y  ni  tan  siquiera  valores  comunes  que  la  representen,  y  pretenden  que  la  reducción utilitarista  y  funcional  de  la  ciudad  (o  sea,  en  la  residencia  y  en  los  servicios)  es  la alternativa «moderna» a la primera.

La concepción progresista cree, en cambio, que precisamente por ser la ciudad un hecho eminentemente  colectivo  se  precisa  y  está  en  aquellas  obras  cuya  naturaleza  es esencialmente colectiva; y que aun naciendo tales obras como medios para constituir la ciudad,  en  seguida  se  conviertan  ellas  en  un  fin;  y  tengan  este  fin  en  su  ser  y  en  su belleza.

Y que tal belleza resida al mismo tiempo en las leyes de la arquitectura y en la elección por la que la colectividad quiere estas obras.

del locus entendido como punto singular y de la situación;

de los fundamentos de la arquitectura y de su relación con la ciudad;

del ambiente y del monumento.

Me  doy  cuenta  de  que  el  concepto  de  locus  debe  ser  objeto  de  investigaciones particulares; un estudio de este tipo aplicado a toda la historia de la arquitectura podrá dar  lugar  a  resultados  significativos.  Del  mismo  modo  se  deberá  analizar  la  relación entre el locus y el proyectar.

Sólo  a  la  luz  de  estas  investigaciones  se  podrá  resolver  el  contraste  aparentemente irremediable  entre  el  proyectar  como  elemento  racional  y  como  imposición  y  la naturaleza del lugar que participa en la obra.

En  esta relación  está comprendido el concepto de individualidad. Se  ha intentado ver mo el uso del término ambiente, tal como es entendido normalmente, es un estorbo para la investigación.

Al  ambiente  se  ha  contrapuesto  el  monumento;  el  monumento,  además  de  que  está históricamente determinado, tiene una realidad propia y analizable. Podemos, por otra parte, proponernos construir «monumentos»; pero como se ha observado anteriormente, para  hacerlo  necesitamos  una  arquitectura,  esto  es,  un  estilo:  La  reducción  de  los problemas  urbanos  a  su  realidad  física  no  puede  acontecer  de  otra  manera.  Sólo  la existencia  de  un  estilo  arquitectónico  puede  permitir  elecciones  originales:  de  estas elecciones originales crece la ciudad

La arquitectura se presenta aquí como una técnica. La cuestión de las técnicas no puede ser subvalorada por quien se plantea el problema de la ciudad; también ahí es demasiado fácil observar mo el razonamiento de la imagen es inútil siempre que no se concrete en  la  arquitectura  que  forma  esta  imagen.  La  arquitectura  se  convierte,  pues,  por extensión, en la ciudad; tiene su base, más que cualquier otro arte, en la conformación de la materia y en la sujeción de la materia según una concepción formal.

La  ciudad  se  presenta  aún  como  una  gran  manufactura  arquitectónica.  No  es  posible ocuparnos más extensamente de esta concepción formal.

Se   ha   intentado   ver   la   correspondencia   qu hay   en   la   ciudad   entre   signo   y acontecimiento; pero esto no es suficiente si no extendemos el análisis a toda la génesis de la forma arquitectónica. Ahora bien, se puede afirmar que la forma arquitectónica de la ciudad es ejemplar en cada monumento, cada uno de los cuales es una individualidad en sí. Son como las fechas; sin ellas, un antes y un después, no podremos comprender la historia.

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