En definitiva, Atenas nos ofrece la enseñanza de una ciudad diferente
de las que hablamos visto en Egipto o los valles
del Eufrates o del Tigris,
en los que los únicos elementos formativos eran el templo de la divinidad y el palacio del soberano.
Aquí, en cambio, además de los templos —aun diferentes
de los de la civilización precedente— encontramos como elementos generadores de la ciudad las sedes de los órganos de una
vida política libre (Boulé, ecclesia, areópago) y los edificios con exigencias típicamente
sociales (gimnasios, teatro,
estadio, odeón). Una ciudad como Atenas corresponde a un
grado superior de la vida humana
asociada.
He aquí, pues, la estructura
de Atenas, los que hemos llamado hechos urbanos primarios
están perfectamente definidos como los elementos generadores de la ciudad; el templo y
los órganos
de
la
vida
política
y
social,
y
alrededor,
diversamente dispuestas y en continua evolución,
las
áreas
de
la
residencia. La residencia participa de hecho
activamente en la formación de la ciudad griega y constituye su diseño de fondo a través
de los que nos damos cuenta de los hechos principales.
Para comprender
bien
el
valor
que
aquí
se
da a la ciudad
griega
y
su
carácter
de
modernidad en cuanto hecho urbano que recorre
la
historia sucesiva, es oportuno recordar el carácter original de la estructura de la
ciudad
griega
respecto
de
las
otras
ciudades, incluso
las
romanas.
Además de su compleja
constitución política en el sentido recordado
por Poete, la ciudad griega está caracterizada por el desarrollo desde
el interior hacia el exterior,
su elemento constitutivo son las viviendas y el templo; sólo después del periodo arcaico,
por motivos puramente defensivos, las ciudades griegas se circundan
con
murallas y en ningún caso son
el
elemento primitivo
de
la
polis.
Al
contrario, las ciudades de Oriente hacen de as murallas y de las puertas la res sacra de la
ciudad, el
elemento constitutivo y primario;
dentro
de las murallas, a su vez, los palacios y los templos se circundan de muros, casi murallas y fortificaciones sucesivas.
El mismo
principio del valor de los límites
se
transmite a la civilización etrusca y romana. Al contrario,
la ciudad griega no tiene límites sacros; es un lugar y un a nación,
es la morada de los ciudadanos y, por
lo
tanto, su actividad. En su origen no está
la
voluntad de un soberano, sino la
relación con la naturaleza bajo
la forma del mito.
Pero esta característica de la ciudad griega, y repito aún su modelo inigualable, no puede ser comprendida
completamente si no se tiene en cuenta otro factor decisivo; la polis es una ciudad-Estado,
sus
habitantes; pertenecen a la ciudad pero están
en
gran
parte dispersos en el campo. La trabazón
con el territorio es fortísima.
Al anticipar estas consideraciones debemos referir
una vez más una afirmación ce Carlo Cattaneo, porque la relación
entre lo que él nos dice de la naturaleza de la ciudad y la constitución efectiva de la ciudad griega
es tan iluminador que no puede ser relegado.
También a Cattaneo le aparecía clarisimamente, como a Poéte, el diferente destino de la polis
respecto de las ciudades de Oriente, las cuales no son sino «grandes campamentos amurallados»,
y de los asentamientos de los bárbaros que solamente per vicos habitant.
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