Aunque, como se ha dicho, no sea objeto
del
presente
estudio
ocuparse
de
la
arquitectura en sí, sino de la arquitectura como componente del hecho urbano,
se deben anticipar algunas consideraciones.
Es inútil pensar que el problema de la arquitectura puede resolverse desde el punto de
vista compositivo en la investigación o descubrimiento de un nuevo ambiente o en una pretensa extensión, como
se
dice,
de
sus parámetros. Estas
proposiciones están desprovistas de sentido desde el momento en que el ambiente es precisamente lo que se
construye mediante. la arquitectura; y que además, el hecho de que la individualidad de una obra crezca juntamente con el Zocus y su historia
presupone también la existencia de un hecho
arquitectónico.
Me inclino a creer, por lo tanto, que el momento principal de un hecho
arquitectónico está en su técnica, es decir, en los principios autónomos según los cuales se funda y se transmite.
Y, en términos
más generales,
en
la
solución concreta que todo
arquitecto
da
en
su
encuentro con la realidad; solución que es verificable precisamente a través de ciertas
técnicas. (Y que por ello constituye también,
necesariamente, una limitación.)
Dentro de esta técnica como principio lógico de la arquitectura hay su capacidad de transmitirse y de agradar; «Nous sommes loin de penser que l’architecture ne puisse pas plaire; nous disons au contraire qu’il est impossible qu’elle ne plaise pas, lorsqu’elle est traitée selon ses vrais principes [...]. Or un’art
tel
que
l’architecture,
art
qui
satisfait
immédiatement un si grand nombre de nos besoins [...] comment pourrait-il manquer de nous plaire?»
Por esta constitución del hecho arquitectónico se inician una serie de otros hechos; aquí la arquitectura se considera extendida también a la proyectación de una ciudad
nueva; sea Palmanova o Brasilia.
Podemos juzgar los proyectos de estas ciudades como proyectos de arquitectura, cuya formación es independiente, autónoma: se trata de proyectos precisos
con una historia propia; esta historia pertenece
a la arquitectura. Y también son éstos concebidos
según una técnica o estilo;
según principios y según una idea
general de la arquitectura.
No podemos ocuparnos más de estos principios y de la idea general de la arquitectura;
pero nos basta saber que sin ellos no podremos en modo alguno juzgar estas ciudades,
aunque ahora tengamos
ante
nosotros
Palmanova y Brasilia como dos notables y extraordinarios hechos
urbanos
con
individualidad y vicisitudes propias. De esta
individualidad, el hecho arquitectónico constituye sólo
la
constitución; pero es precisamente ésta
lo que afirma
la lógica autónoma del
proceso compositivo y su importancia.
Se entiende, por lo tanto, que encontremos en la arquitectura uno de los principios de la ciudad
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