En una pequeña obra, Hans Bernoulli "iluminó uno de los problemas más importantes,
quizá el problema fundamental que constituye un ligamen, una pesada
cadena para el desarrollo de la ciudad." En esta pequeña obra, más clara y esencial que muchos doctos artículos e
investigaciones realizadas después sobre
este
problema, Bernoulli ha apuntado a dos cuestiones principales; la primera se refiere al carácter
negativo no sólo de la propiedad
privada del suelo, sino también a la dañosa consecuencia de la extrema división de ésta;
la
segunda,
relacionada
estrechamente
con
ella,
pone
de
relieve
les motivos históricos de esta situación
y
precisa
las
consecuencias
que,
desde
cierto
momento en adelante, esta
situación ha tenido sobre la misma forma de la ciudad
La propiedad
del suelo se encuentra subdividida, ya sea que se trate de suelo rural, -va de suelo urbano; a las extrañas
formas de los campos
se
opone
la
complejidad,
y
a
menudo la absurdidad, de la propiedad
urbana:[...]
A
toda innovación se opone inmediatamente el
entresijo de
los
confines de
propiedad, marcados desde
la Antiguedad, de carácter bien diferente de aquellos confines
campestres a lo largo de los que corren el arado y el rastrillo, pero no menos radicados
e inamovibles. Estas parcelas no están
ya
solamente circundadas por piedras, sino precisamente ocupadas por construcciones de
piedra.
»Aunque
se
sepa
muy bien que las nuevas calles y las nuevas
construcciones
que
deberían surgir pueden ser mejores que las estrechas callejuelas que serpentean por allí y que las casuchas
ya gastadas por el uso, nada se puede hacer hasta que sean resueltas las lamentables
contiendas
con
los
derechos
de
propiedad.
Largas
contiendas
que
requieren paciencia y dinero y que muchas veces deforman durante
el largo camino la intención originaria».
En gran parte el hecho histórico
que inicia
este proceso de desmembración
del
suelo
urbano es debido a la
Revolución
francesa,
cuando
en
1789
el
suelo
queda
libre;
las
grandes propiedades de
la
aristocracia y
drl
clero
son
vendidas a
burgueses y campesinos. Pero como en gran parte se disuelven todos los derechos territoriales de la
nobleza, se disuelven también los de los municipios y se dispersan
así las grandes áreas del patrimonio público. El monopolio del suelo pasa a la propiedad
privada; el terreno se vuelve así comerciable como cualquier otra cosa.
[......] El terreno
eventualmente escapado
a la comunidad y caído en manos de prudentes
campesinos y de avisados
ciudadanos,
en
seguida se convertiria en objeto de real
y
autentica especulación [..]. La ciudad
se
encontro nuevamente
en
aquel
recodo
de
su
camino en el que el derecho de propiedad
inmobiliaria se manifestó
plenamente en las
nuevas instalaciones de fabricación. Los nuevos tiempos, despertados inesperadamente por otra actividad industrial, dieron a los propietarios una posibilidad casi desmedida de
valorizar los propios terrenos.
Este análisis
es
muy lúcido
y
describe
claramente
la
situacion
real
en
un
preciso
momento histórico de la ciudad.
Pero a este análisis
es necesario oponer los siguientes
argumentos.
El fenómeno de la subdivisión
negativa
del terreno está indicado
por
Bernoull
en
las
consecuencias de la
Revolución francesa;
o
al
menos en
el
hecho
de
que
los revolucionarios de entonces no se diesen
cuenta del enorme capital
común los bienes comunales,
que
debían
ser
mantenidos como
propiedad colectiva y
las
grandes propiedades de la nobleza
y del clero que debían ser confiscadas y mantenidas por la
comunidad y no subdivididas entre los privados, que éstos enajenaban perjudicando el desarrollo racional
de la ciudad (y de los campos).
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