¿No podemos, quizá, juzgar el plan de Ferrara de los Duques de Este
independientemente de su fallo,
del
fracaso de sus previsiones de desarrollo? ¿O
deberemos quizá decir que aquel plan no era bueno porque no se ejecutó?
Otro ejemplo clamoroso puede ser ofrecido por el plan muratiano para Bari; se trata de un típico ejemplo de «expropiación» como es tratado por Halbwachs, una expropiación
caracterizada, como todas por otra parte, por una
serie
de
circunstancias
precisas
de
carácter histórico y político.
Lo que interesa
resaltar aquí es que el plan proyectado en tiempos de los Borbones y aprobado en 1790 tuvo un desarrollo edificatorio, a través de diversas
vicisitudes, que con períodos
sucesivos prosiguió hasta 1918.
También aquí y hasta hoy mismo, el plan fue alterado
de modo diverso
precisamente en sus
caracteres antiespeculativos y
en
sus
características de las
manzanas, pero permaneció no como la huella reconocible de lo histórico, sino como forma concreta
de la ciudad constituyendo aquel típico diseño de Bari,
caracterizado
por la separación entre ciudad antigua y burgo muratiano, que es
inmediatamente reconocible en la ciudad
pullesa.
Por otra parte, como ya ha sido justamente observado, podremos estudiar no sólo cómo las ciudades se desenvuelven, sino también
cómo
decaen;
en
este
sentido
podemos
hacer un estudio en la misma
dirección de Halbwachs, pero en sentido contrario.
Decir que Richelien
decayó rápidamente con la desaparición de la escena política
del gran cardenal-ministro porque estaba ligada a éste no significa aún nada; su figura podía ser la que
había
provocado
el
inicio,
que
había
dado
ocasión a la fundación de este
centro urbano, el cual después habría podido continuar creciendo
por su propia cuenta. Los siglos de decadencia de algunas grandes ciudades o de algunas pequeñas ciudades han
alterado diferentemente su estructura
urbana, sin mellar por otra parte su cualidad;
¿o debemos creer que en el caso de ciudades como Richelieu o Pienza no haya habido nunca una vida
urbana?
¿Quizá porque son ciudades artificiales? Pero
lo
mismo se podría decir de Washington o de otras ciudades; por ejemplo de San Petersburgo. No es que crea que sea nada importante la diferencia de escala,
con frecuencia estridente, de
esas ciudades; al contrario, es una nueva prueba
de
cómo
debemos
descuidar
la
dimensión en el estudio
de
los
hechos
urbanos
si
queremos tener un planteamiento científico del problema. En sus comienzos San Petersburgo se podía considerar un acto arbitrario del zar y la continua bipolaridad de Rusia entre Moscú y el actual Leningrado viene a demostrar cómo no ha sido enteramente pacífico el crecimiento de esta última al
nivel de capital y después de gran
metrópoli
mundial.
Los
hechos
concretos
de
este
crecimiento probablemente son tan oscuros como los de la decadencia
de
Nijni-
Novgorod respecto de Moscú o del predominio de Milán a partir de cierta época sobre
Pavía y otras ciudades lombardas.
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