A nadie que se haya ocupado seriamente de ciencia urbana le
ha
pasado
por
alto
el
hecho de que los resultados más importantes provienen de aquellos especialistas cuya
investigación va asociada concretamente a una ciudad: París, Londres,
Berlín
están
indisolublemente vinculadas, para el especialista, a los nombres de Poéte, Rasmussen, Hegemann. Es significativo
que
en
estas
obras
tan
diferentes
en
muchos aspectos se perfile la relación entre las leyes generales y cl elemento concreto
de la ciudad de modo ejemplar.
Casi
no
debemos
recordar
que
si
cada
investigación
tiene
para
cualquier aspecto del pensamiento científico aperturas
más anchas que su objeto específico, en el caso de la ciencia urbana, ésta
presenta
indudables
ventajas
porque
afronta
de
una
manera u otra aquel elemento total, tan ligado al concepto de obra de arte, que es propio de la ciudad
y
que
corre
el
peligro
de
volverse
rígido
u
opaco,
o
sencillamente de perderse en un tratamiento general.
Ahora bien, uno de los méritos de la pequeña obra de Bernoulli
es
el
de
no
haber
perdido
nunca de vista esta relación con los hechos urbanos; y referir siempre cualquier
aserción
a
un
hecho
urbano
preciso
sin
por
ello
convertirse del todo en un historiador, como ocurre
en las partes más convincentes de Mumford. Bernoulli ve la ciudad como una masa
constituida,
tal como él mismo
la
define, en la que cualquier elemento puede tener su particularidad y su diferenciación dentro de un plan de
conjunto.
La relación entre el área y las construcciones está a punto de superar
la única relación económica para plantearse como una problemática
más basta, pero nunca
se
formula
completamente. El barrio como complejo
unitario invoca, en el achaque
polémico del teórico racionalista, los precedentes históricos
de
los
grandes complejos
edificatorios
unitarios; es significativo que al entregarse a la investigación
de
un
fundamento histórico para la polémica urbana los racionalistas se vuelven hacia los grandes teóricos del Renacimiento y principalmente a Leonardo; hacia aquel plan de ciudad constituida por un sistema
de
calles
subterráneas
y
canales
para
el
tránsito
de
cargas
y
para
el
servicio de las cantinas, y encima una red de calles para la circulación de peatones a nivel
de la planta baja de las casas. Inmediatamente después viene, con
una
sucesión
canónica que convendría estudiar en su orden clasificatorio, el proyecto de los
hermanos Adam, el barrio Adelphi
en Londres.
El barrio Adelphi en Londres
entre la City y Westminster, al sur del Strand,
donck los hermanos Adam se procuraron el derecho de fábrica del duque de St. Alban, propietario
de aquel terreno.
El distrito era suficientemente grande para contener un complejo de
edificacion en el que pudiese ser realizado
un
sistema de calles superpuestas de las
cuales las inferiores estarían unidas a la orilla del Tamesis. En estos términos
nos viene presentado el
proyecto de Adelphi.
Pero, ¿sólo en estos términos es esto importante?
¿Y sólo
en
términos de una propuesta unitaria, de notables dimensiones, de fuerte impulso racionalizador era valorable la propuesta leonardiana?
Bernoulli no poda llegar a ver todo
el
proyecto leonardiano como una de las más
ambiciosas afirmaciones
del Renacimiento; la constitución de la ciudad
como obra de arte suprema al límite de la naturaleza, de la ingeniería, de la pintura,
de la política. El proyecto leonardiano está mucho más allá de los esquemas de plantas ideales; está ya en
la ciudad, una ciudad
real en sus relaciones imaginadas como reales
son las plazas
de Bellini y de los pintores
venecianos.
Este
proyecto se
añadía a una experiencia de ciudad, daba
forma
concreta
al
Milán
de
Ludovico el Moro,
igual
que como
forma concreta era el gran hospital que traducía el orden de Filarete, como
forma
concreta eran los canales, las cercas,
las
nuevas
calles.
Ninguna ciudad está tan
construida
en
su
totalidad como la del Renacimiento; ya he señalado cómo estas arquitecturas eran sino y acontecimiento y se asentaban en un orden superior al desarrollo de su función.
Así el gran hospital milanés, desde luego no extraño a las meditaciones leonardianas, y cuya
presencia constitutiva de la ciudad
no ha modificado su valor.
Dos siglos y medio más tarde fue posible a los hermanos Adam construir
una parte de la
ciudad, un hecho urbano definido;
también a través de todas las reales dificultades de la empresa.
Pero una obra de este tipo ¿es, pues, tan excepcional, o significa que quizá, esto sí en modo excepcional, un gran elemento primario estaba originado por la residencia?
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