la resolución digna del problema del alojamiento de colectivos sociales
desfavorecidos.
la contribución a la fijación de población en el caso de los centros histó-
ricos, y en cualquier caso por su capacidad potencial de favorecer la hete-
rogeneidad social.
la recuperación del patrimonio edificado, extrayendo interesantes virtua-
lidades del mismo y atemperando así en determinadas circunstancias el
proceso de extensión de la ciudad.
la creación de una nueva cultura urbana basada en la valoración y el res-
peto hacia la ciudad heredada que trascienda una visión, demasiado ex-
tendida, de la ciudad como campo de Agramante de las prácticas inmobi-
liarias de los agentes privados.
la garantía de integración de políticas sectoriales en el marco de la plani-
ficación, que es una competencia irrenunciable de la administración pú-
blica.
la posibilidad de poner en marcha políticas de acuerdo y consenso con los
principales agentes económicos y sociales que operan en el sector inmobi-
liario urbano.
la garantía de la aplicación de recursos económicos y la integración de
otro tipo de recursos en operaciones cuyo atractivo inicial para la iniciati-
va privada suele ser escaso.
Por tratarse, en suma, para el caso tan frecuente de ciudades desarticuladas en
lo urbanístico y desestructuradas en lo social, de un instrumento muy útil para
desarrollar una acción correctora de desequilibrios e integrador de las solucio-
nes, condiciones indispensables en una estrategia de recuperación de la ciudad.
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