martes, 18 de junio de 2013

Las ciudades ante el programa de flexibilización laboral - VI

El determinante general del nivel de ocupación local no es el precio local del trabajo. Es más, si lo fuera habría zonas de nuestros países en que se daría el pleno empleo, tan bajo es el salario que la gente estaría dispuesta a admitir por algún trabajo. Lo que determina que haya o no demanda de trabajo es la inversión del capital en la zona o el interés del capital por los factores produc- tivos de la zona. Además, la presión que se ejerce sobre los salarios no está exen- ta de generar contradicciones entre sectores empresarios que tienen distintos in- tereses con relación a los trabajadores, como 'insumo' y como mercado. ¿Tiene límites la baja en los salarios? 
Podemos pensar en diversos umbra- les que, a medida que se trasponen, tienen efectos sobre distintos sectores: un límite socio-político, que depende de la capacidad de resistencia o re- belión de los trabajadores ante la pérdida de sus derechos, que puede ge- nerar incertidumbre sobre la 'seguridad jurídica' y hasta desestabilizar el sistema político que legitima las estrategias neoliberales, aumentando el riesgo de las inversiones y, por tanto, el costo financiero; un límite derivado de la contracción del mercado que significa el consu- mo masivo de bienes y servicios de primera necesidad, lo que afecta a las empresas que dependen de ese mercado local o regional, sean éstas locales o globales; un límite derivado de la reproducción de los mismos trabajadores como insumo productivo: dentro de la misma generación o intergeneracional- mente, en ausencia de mecanismos de prestación subsidiada de servicios de calidad, la baja en los salarios dentro de cada segmento localizado del mercado de trabajo puede significar la degradación creciente de las capa- cidades de los trabajadores (la idea de que presionados para competir van a capacitarse, etc. supone que la capacitación no tiene costos).
Los tres umbrales no se ordenan de la misma manera en cada lugar o país. Pe- ro además, si un lugar tiene otras ventajas de competitividad dinámica asocia- das o compatibles con mejores y no con peores condiciones de vida, los niveles de reducción de los costos salariales que reclaman las diversas fracciones empre- sariales o que pueden soportar los trabajadores pueden variar. Si el Estado tie- ne margen para políticas que incentivan la inversión bajando otros costos (exención impositiva, subsidios, desregulación ambiental, etc.) o puede asegu- rar el monopolio de determinados mercados, tiene margen para mejorar la atracción de algunos lugares para el capital sin una reducción extrema de los sa- larios. Posiblemente, esos márgenes se van agotando para una parte importan- te de la producción transable de tipo fordista: bienes con procesos de produc- ción poco complejos, requeridos de fuerza de trabajo de fácil substitución y ba- rata (maquila) o bienes tipo cormnodities, ante la competencia de zonas con mu- chos menores costos salariales o nuevas posibilidades de generación de rentas. A partir de posicionamientos iniciales diversos en esta materia, es posible que los lugares se vayan diferenciando de manera acumulativa, unos favorecidos y otros marginados del desarrollo basado en el conocimiento de una población trabajadora con alta calidad de vida, pero cuya universalización impiden las nuevas relaciones globales.

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