Luego de dos décadas de avance neoconservador, el sentido común está
introyectado de los valores del mercado capitalista. La respuesta popular es predominantemente inorgánica y hasta por momentos canibalista en su interior. Y
no puede idealizarse por la existencia de significativos intentos para desarrollar
pequeños núcleos solidarios, donde las personas se vinculan en una relación cotidiana cara a cara, pues son de escaso peso en la economía total y no tienen,
por diversas razones, la posibilidad de extenderse en la escala requerida.
El llamado 'tercer sector, definido como el conjunto formado por organizaciones de
trabajo voluntario o basado en donaciones filantrópicas, si bien ha proliferado
en nuevas formas y actividades sociales', tampoco constituye una alternativa
porque apenas contribuye a aliviar la pobreza material y espiritual que genera
la economía capitalista excluyeme y pauperizante que experimentamos.
Por lo
demás, en sociedades altamente polarizadas, será difícil que el voluntariado supere la relación asimétrica entre asistentes y asistidos. A esto se agrega que la
gravedad y persistencia de la crisis de reproducción conduce a amplios sectores
a aceptar (por más que sea críticamente)58 los programas asistencialistas, favoreciendo el clientelismo y perdiendo autonomía como ciudadanía.
La fórmula: "dejar la economía para el poder político y sus economistas,
trabajar desde abajo asistiendo en lo social" es la fórmula de una derrota anunciada. Es preciso pensar otras alternativas. El desarrollo de un sistema de eco-
nomía centrada en el trabajo con base en las ciudades y sus regiones puede ser
una vía eficaz para unificar el campo de intervenciones de y para los sectores
populares y disputar la hegemonía al programa neoliberal centrado en la dominancia de la economía del capital, que sólo logrará eternizar una masiva pobreza, asistida y vigilada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario