Un elemento clave del mito neoliberal es que la estabilidad monetaria favorece
a los más pobres, que serían los más afectados por la hiperinflación. En el caso
paradigmático de Argentina, luego de una década de neoliberalismo, la brecha
entre ricos y pobres, que entre 1974 y 1985 era de entre 12 y 23 veces, subió
en el año de la hiperinflación (1989) a 23 veces, bajó en 1995 a 22 veces pero
en 1999 (con deflación) superó el nivel de 1989, en 24 veces. El neoliberalismo ha vuelto estructural una distribución del ingreso donde el 30% más pobre
recibe apenas el 8.2% del ingreso, el 30% siguiente (medio bajo) apenas el
18.6, mientras el 10% más rico recibe el 36.1% (esto sin contar las posibles diferencias adicionales por los sesgos en las declaraciones de ingresos). En la región metropolitana de Buenos Aires, un 30% de la población económicamente activa está o desocupada o subocupada, a lo que se suma que los ocupados
lo están precariamente, en negro y con salarios casi la mitad de los 'en blanco'.
A pesar que, aparentemente, se mantuvieron estables durante la década del noventa, los ingresos medios reales de quienes tienen ingresos experimentaron una
caída a alrededor del 60% de los niveles de 1974.
Estas tendencias de la realidad erosionan las expectativas de integración
social de los jóvenes del continente. Esta degradación social se acompaña de:
decadencia moral de una sociedad que no respeta el contrato histórico con sus
ahora mayores, que deberían tener asegurada una vida digna al pasar a la pasividad; estigmatización generalizada de los trabajadores pobres y sus familias, incluyendo en esto el fenómeno de los 'nuevos pobres' provenientes de las clases
medias en caída; inseguridad personal por la violencia de las mafias y de quienes optan por el delito como forma de sobrevivencia; penetración creciente de
las redes globales del narcotráfico y la prostitución, etc.
En general, no se verifica un desarrollo sino un subdesarrollo humano,
porque en lugar de ampliarse se reducen las opciones de vastas mayorías, precisamente, en un momento en que el desarrollo tecnológico posibilita lo contrario. En una época en que se afirma que el mundo de la vida se amplia y la ciudadanía se volvería global, para centenares de miles de pobladores de las regiones metropolitanas su mundo cotidiano se achica, al estrecharse su ámbito de
movimiento porque no cuentan con recursos ni para tomar transporte público
y salir a buscar un trabajo fuera de su barrio, devenido ghetto.
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