Me interesa partir de la idea que la globalización expresa un cambio en el com-
portamiento del capital frente al agotamiento de un modelo de acumulación
que, en los países centrales, lo vinculaba con el Estado. Este modelo convertía
al Estado en un soporte fundamental del proceso de acumulación, permitien-
do que el sector público ocupe espacios cada vez más significativos en el mane-
jo de las estructuras productivas1. En los últimos años, varios autores analizan
los motivos del agotamiento de este modelo que implicaba agregar costos muy
altos al aparato productivo para garantizar el sostenimiento del Estado.
La formulación de estrategias de respuesta a la crisis ha llevado a los eco-
nomistas neoliberales a proponer que el capital debe obedecer más rigurosa-
mente a las leyes del mercado, eliminando aquellas determinaciones de natura-
leza política que alteraban el funcionamiento de la economía.
Una de las primeras consecuencias, que no deja de ser preocupante para
sus países de origen, ha sido el traslado de algunas casas matrices para localizar-
se en paraísos fiscales como Licchtenstein, Luxemburgo, Montecarlo, Hong
Kong, Singapur, Panamá, Bahamas o Gran Caimán.
Apoyada en profundos cambios tecnológicos, esta misma tendencia deter-
minó el traslado a nuevas localizaciones de gran parte de los procesos produc-
tivos. Siguiendo esta misma lógica también se desplazaron inversiones para de-
sarrollar empresas de distribución, procesos de comercialización y todo tipo de
prestación de servicios.
El mercado financiero como tal también se desplegó
por el territorio, proveyendo fondos y diversificando tasas, que sostienen la ac-
tividad tanto del sector privado como del público.
Valdría la pena preguntarse hasta qué punto a cambio de este ahorro, el
capital está dispuesto a perder su influencia sobre sus gobiernos y, por lo tanto,
a prescindir de la influencia de los Estados de los países centrales en la defini-
ción de las políticas mundiales.
Este conjunto de señales parece indicarnos que en los países centrales se
están desarrollando dos tendencias contradictorias. Una que da lugar a un pau-
latino desarraigo del capital, liberando flujos de inversión en búsqueda de áreas
de oportunidad por el resto del mundo. Otra que, en los países centrales, de-
semboca en la implementación de políticas defensivas, como la creación de un
nuevo conjunto de instituciones supra-nacionales, que definen un marco más
amplio en el que se discuten cuáles serán los mecanismos a aplicar para garan-
tizar la sustentabilidad del desarrollo y la gobernabilidad de sus naciones fren-
te a la globalización y sus peligros.
La perspectiva de la globalización también genera, en los países periféri-
cos, procesos contradictorios. Puede afirmarse que la mayoría de las naciones
hacen esfuerzos por atraer inversiones, considerando que su futuro depende de
su capacidad para volverse atractivas.
Forzadas a competir entre sí, ofreciendo condiciones ventajosas que las
conviertan en áreas de oportunidad,3 alteran las relaciones entre los diversos
sectores sociales dando lugar a una nueva conflictividad que tensa las relaciones
de poder en las diferentes sociedades locales.
Tanto la transformación de las condiciones generales, como el despliegue
de los nuevos flujos de capital sobre su territorio, definen profundos cambios
en la estructura espacial, que expresan a su vez cambios de los modos de vida
urbanos.
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