domingo, 31 de mayo de 2015

Freddy Mamani, el rey de los cholets


En medio de los martillazos y del sonido estridente de los taladros, y cubierto del polvillo típico que está presente en todas las construcciones, Freddy Mamani Silvestre da algunas indicaciones a sus obreros que construyen un edificio de siete pisos y que abajo, como la mayoría de los que construye, serán locales comerciales para alquilar.

Una pared blanca sirve para dibujar el plano. Allí les explica los detalles de la obra. “Ellos conocen los dibujos, porque siempre he trabajado con las mismas personas”, cuenta el arquitecto.

El Alto es su territorio. Allí, mientras uno recorre las avenidas, va adivinando cuál es el edificio que ha sido construido por Freddy. Son vistosos, coloridos y con formas geométricas que rompen el paisaje agreste que los turistas acostumbran ver cuando bajan desde el aeropuerto de El Alto hasta La Paz.

Si bien no es el creador del estilo en sí, Freddy es el mayor exponente de esta tendencia arquitectónica que comercialmente y a escala mundial, ha sido denominado como cholets.

Desde hace más de 20 años, la ciudad más joven de Bolivia es el espacio donde esta arquitectura emergente, como la llaman los estudiosos del área, ha roto la monotonía de las construcciones típicas que habían en el lugar. Incluso, esta tendencia ha traspasado fronteras internas y externas, pues se sabe que en Santa Cruz ya se han construido este tipo de obras.

Pero Freddy prefiere llamarlo como un estilo arquitectónico andino. “Como es la identidad de nuestro pueblo, estoy buscando un término que sea reconocido a nivel mundial porque esta arquitectura es for export”, explica mientras conduce de una obra a otra en su camioneta de una cabina Toyota Stout del año 93.

“No tengo casi tiempo, ahora estoy construyendo 15 obras. Hay días que ni siquiera almuerzo”, relata.

¿Y a qué se refiere cuando habla de identidad en sus obras? El arquitecto, que comenzó como albañil, señala que él tiene dos inspiraciones: las formas geométricas de la cultura tiwanacota y la policromía de colores en los tejidos del altiplano.

No siempre tuvo el éxito que hoy tiene y aunque los clientes digan que lo han buscado más que todo “porque está de moda”, la experiencia de este constructor se remontan a Catavi, el pueblo que lo vio nacer.
Freddy y sus hermanos jugaban con barro construyendo imaginariamente barrios y ciudadelas.

La entrada del Gran Poder es un ingreso seguro para los propietarios de estas construcciones, que cuentan con salón de eventos. Allí solo el alquiler del espacio ronda los Bs 7.000, a parte cobran el descorche y la comida que los invitados se puedan servi
La entrada del Gran Poder es un ingreso seguro para los propietarios de estas construcciones, que cuentan con salón de eventos. Allí solo el alquiler del espacio ronda los Bs 7.000, a parte cobran el descorche y la comida que los invitados se puedan servir.

En busca de mejores días

Cuando Jorge Mamani, el padre de Freddy salió bachiller de Catavi, decidió emprender viaje a La Paz para buscar mejor sustento económico y poder mantener a sus seis hijos.

A los seis años, Freddy conoció otra forma de vida. Dejó atrás lo que hasta ese momento era su mundo. El campo donde sus padres criaban ganado y se dedicaban a la agricultura.

“Mi padre comenzó a trabajar en la construcción y los fines de semana nos llevaba a la zona sur para que lo acompañemos en las obras”, cuenta.

Como su padre no se sentía muy habilidoso en este rubro, ingresó a la Normal de Caracollo para graduarse luego como profesor y trabajar en el área rural.

“Nos abandonó por varios años, solo venía cada dos o tres meses a controlarnos y ver cómo estábamos” relata.

Freddy toma el rol de padre y decide que quiere ser alguien en la vida. Al graduarse ingresó a la Universidad Mayor de San Andrés a estudiar la carrera de técnico en construcción civil mientras trabajaba como contratista. Luego, estudió Ingeniería Civil y finalmente Arquitectura en la Universidad Boliviana de Informática.

“Una vez que me titulé emprendí a revolucionar la nueva tendencia arquitectónica”, dice.

Trece años de experienciaPara llegar a ser el referente de los cholets, Freddy atravesó por un largo proceso. “Si hablo de la evolución ha sido casi toda mi vida laboral, porque empecé haciendo las cornisas, a hacer pequeñas naves y en la pintura, no a gran escala”, aclara.

Su primera obra en este estilo, la comienza en 2003 y la finaliza en 2005. Éstá ubicada en la avenida Juan Pablo II frente a la Universidad Pública de El Alto.

Explica que utiliza, como se menciona anteriormente, el estilo tiwanacota, el arquitecto e investigador Randolph Cárdenas critica que el símbolo de la cruz andina es tal vez la única forma representativa de esta cultura plasmada en estas obras.

En cuanto a los colores, Freddy aclara que en un tejido de aguayo siempre hay uno sobresaliente que lo llaman pampa, puede ser un verde o rojo, y luego lo acompañan los colores en degradé que tienen la misma tonalidad de estos tonos.

Su nombre empezó a sonar entre los comerciantes, mineros y transportistas, quienes son, en su gran mayoría, los clientes que acuden a Freddy a pedir que construya sus viviendas.

Una de las características es que siempre, en la planta baja, hay un centro comercial o un salón de eventos. “Ellos buscan que el mismo edificio devuelva lo que han invertido”, señala.

Cárdenas es un poco más analítico. “Constituyen unidades de producción de renta, pues la planta baja se da para alquilar; arriba se construyen departamentos para los hijos y en el último piso se hace una vivienda que rompe con el estilo del edificio”, añade el investigador.
El costo de este tipo de construcción ronda entre los $us 250.000 a $us 600.00, comparada con una vivienda normal que asciende hasta los $us 200.000.

Su familia es el empuje para continuar con su trabajo, a pesar que el tiempo que les da es muy poco. Su casa tiene algo de lo que él construye para otros, al menos en la parte interna, en donde se visualiza los colores de los tejidos que Freddy habla.
Su familia es el empuje para continuar con su trabajo, a pesar que el tiempo que les da es muy poco. Su casa tiene algo de lo que él construye para otros, al menos en la parte interna, en donde se visualiza los colores de los tejidos que Freddy habla.
Los críticos del estilo
En su momento muchos criticaron este estilo al no ser considerado como tendencia arquitectónica, sino “como un mal gusto cholo o puro estilo decorativo”, según reseña el libro La arquitectura de Freddy Mamani Silvestre, de las autoras Elisabetta Andreoli y Ligia D’Andrea.

Freddy lo corrobora y recuerda que tiempo atrás recibía burlas por las edificaciones que construía pero todo cambió cuando los medios de comunicación internacionales se hicieron eco de sus obras, hoy ya nadie habla de manera despectiva de su trabajo.

“Ahora que se han publicado en grandes medios como The Washington Post, CNN, BBC, Univisión, Telesur, Reuter, Al-yazira, ha sido impresionante. Es algo trascendental en El Alto, además, es también un potencial turístico”, cuenta sorprendido.

Ante este interés de sus obras, Freddy ha tenido solicitudes para construir incluso en otros países, es así que ya cruzó la frontera brasileña para proyectar obras en Brasilea. “Me buscaron para hacer discotecas”, cuenta.

También lo han llamado para ir a México y Estados Unidos en noviembre, pero no quiere apresurarse porque considera que todo es un proceso, que prefiere ir con calma. “Me acomodo al lugar. Si me piden que construya en Santa Cruz, puedo inspirarme en la cultura de allá para plasmarla en mis obras”, añade.

Freddy, la personaFreddy está casado con Mary Mamani y es padre de Freddy (8), Mary Luz (6), José Alejandro (3) y Jorge (8 meses).

En el poco tiempo libre que tiene, le gusta estar con su familia, que durante la semana casi no puede ver. No es de salir a fiestas ni de practicar algún deporte, pero le agrada viajar al campo cada que puede.
“Con mis trabajadores cada 1 de mayo nos vamos al campo a festejarnos”, relata.

Considera que la hora de trabajo de Freddy Mamani no tiene costo. Si bien nunca se ha puesto a pensar en este asunto, añora con que hayan “unos 12 Freddy Mamani más para que hagan mis actividades” (risas). Y es que mientras transcurre la entrevista, él se dirige a tres obras para ver cómo van los avances.

Obras de inspiraciónLas edificaciones de Freddy estuvieron en la coyuntura local de los medios en los últimos días.

El portal elaltoprint ofrece fotografías de cholets realizadas por el fotógrafo Nick Ballón e imágenes de estos edificios en miniatura obtenidas en la feria de la Alasita que fueron capturadas por Jonathan Minster.

“El proyecto denominado El Alto es una combinación de fotografías arquitectónicas de una Bolivia emergente realizadas por el fotógrafo Nick Ballón, así como imágenes fijas de las versiones en miniatura del fotógrafo Jonathan Minster”, se lee en la página web.

Por otra parte, el compositor chileno Daniel Alejandro Riveros, más conocido como ‘Gepe’, estrenó en abril pasado el videoclip Hambre, que fue filmado en el salón de eventos Príncipe Alexander, uno de los cholets más conocidos de la ciudad.

Y es que los salones, con su extravagante decoración, atraen a los visitantes, muchos de ellos invitados por las grandes festividades que se desarrollan allí.

Alejandro Chino, propietario del salón Príncipe Alexander, cuenta que el espacio es alquilado para matrimonios, bautizos, cumpleaños y, sobre todo, cuando se realiza la entrada folclórica del Gran Poder, que este año se realizó ayer.

Una lámpara de cristal que cuelga en medio de este salón tuvo un costo aproximado de $us 4.000 y las más pequeñas rondan los $us 1.000. Cada milímetro de pared está pintada con colores vivos que al encender la luz, muestra la majestuosidad del lugar.

Ahí es que el propietario tiene el mando de decidir cómo se construirá y qué elementos decorativos tendrá su obra, explica Cárdenas, pues considera que más que un estilo andino, lo que prima a la hora de la verdad, es el gusto de cada cliente.

Para el investigador, los principales clientes de este estilo son los comerciantes, folcloristas, transportistas y mineros que tienen su residencia en El Alto.

Mantendrá el estiloFreddy seguirá con el mismo estilo. “Tengo bastantes sueños y proyectos que todavía no los estoy plasmando, llevan más costo, más tiempo y son obras más complejas. No lo voy a publicar mientras no lo vaya realizando”, añade el arquitecto.

Sabe que la competencia es dura, porque muchos de sus trabajadores, con el paso de los años, fueron independizándose, pero cree que el mejor marketing son sus clientes satisfechos.

A diferencia del centro de la ciudad, la planicie de El Alto se ve adornada con las obras de Freddy. Si bien, existen algunas que no son de su autoría en la tradicional calle Uyustus de La Paz, Freddy asegura que su propósito ahora es embellecer a la ciudad que lo cobijó cuando llegó del campo.

De niño veía que la ciudad era color tierra, ocre, las edificaciones de adobe; para Freddy era muy triste. Después cambió a la época del ladrillo y “ahora El Alto se está pintando”.

Esta tendencia es “como mi guagua”, dice Freddy, que se empeña en que el estilo no se conosca como cholets.

“Quisiera que vean el trabajo que se realiza aquí, distinto a lo que estamos acostumbrados a hacer. Que afuera se hable de la arquitectura andina de Bolivia, bajo ese término”.

Los estudiosos aseguran que cholets hay para rato, que mientras exista el deseo de los clientes de superar al vecino en la belleza de su casa, Freddy seguirá teniendo trabajo


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