El método histórico parece ser capaz de ofrecernos
la
verificación más segura de cualquier hipótesis
sobre la ciudad; la ciudad es por sí misma
depositaria de historia.
En esta investigacion hemos visto
el método histórico desde
dos diferentes puntos
de vista; el primero se refiere al estudio de la ciudad
como un hecho material,
una
manufactura, cuya construcción
ha
acontecido
en
el
tiempo,
y
del
tiempo tiene las huellas aunque sea
de
modo
discontinuo.
Desde
este
punto
de
vista
el
estudio
de
la
ciudad nos ofrece resultados de gran importancia: la arqueología,
la
historia de la arquitectura, las mismas
historias
municipales
nos
ofrecen una documentación muy amplia.
Las ciudades son el texto
de esta historia; nadie puede imaginarse
seriamente estudiar los fenómenos urbanos
sin plantearse este problema, y éste es quizás el único método
positivo porque
las
ciudades
se
ofrecen
a
nosotros
a
través
de hechos
urbanos
determinados en los
que el elemento
histórico
es
preeminente.
En
el
curso
de
este
estudio me
he
ocupado
continuamente de esta cuestión y ella constituye
en
parte
su base;
ha sido desarrollada con la consideración y la crítica de las teorías de Poéte y de Lavedan y, por lo tanto, de la teoría
de las permanencias.
El segundo
punto de vista se refiere a la historia
como estudio del fundamento mismo de los hechos urbanos, y de su estructura. Este es el complemento del otro, y se refiere
directamente no sólo a la estructura material de la ciudad,
sino también a la idea que
tenemos de la ciudad como síntesis
de una serie de valores; se refiere a la imaginación
colectiva. Es evidente
que la primera
y la segunda
cuestiones están estrechamente
relacionadas hasta confundirse en sus
resultados.
Atenas, Roma, Constantinopla, París constituyen ideas de ciudad que van más allá de su
forma física,
más allá de su permanencia; en este sentido podemos hablar de ciudades de las que permanecen
poquisimos signos.
En esta sección y en la siguiente desarrollaré dos tesis
que se refieren a la segunda
cuestión tal como
ha
sido considerada. Ambas tesis sostienen la continuidad
de
los
hechos urbanos y que esta continuidad es investigada en los estratos profundos
en los que se entrevén ciertos
caracteres fundamentales que son comunes a toda la dinámica
urbana. Tomemos otra vez los escritos de Carlo
Cattaneo;
es
significativo
que
Carlo
Cattaneo, de formación positivista, en su estudio
sobre la evolución civil de las ciudades
consideradas como fundamento de las historias italianas encuentre
en ellas un principio
indefinible en términos que no estén
ligados a su misma historia.
En las ciudades encuentra «{ . . .} aquellos
términos inmóviles de una geografía anterior a los romanos que permaneció adherida a los muros
de los municipios».
En las descripciones de las vicisitudes de la ciudad de Milán en la época posterior al Imperio
explica
ciertas
características
de
preeminencia de la ciudad respecto de los
demás centros lombardos;
preeminencia que no estaba
justificada ni por la dimensión, ni por la mayor riqueza, ni por causas
demográficas, ni por otros factores
observables corno un hecho intrínseco a la naturaleza de la ciudad;
casi una característica tipológica de orden no verificable. «Esta preeminencia era innata en la ciudad; era la realización de una grandeza anterior a la sede
ambrosiana, anterior al papado, al Imperio, a la conquista romana; Mediolanum Gallorum Caput.» Pero este principio de orden
casi
místico llega a ser después el principio de la historia
urbana cuando se resuelve como permanencia de civilización: «La permanencia del municipio
es otro hecho fundamental y casi común a todas las historias italianas».
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