viernes, 28 de noviembre de 2014

Todo un desafío arquitectónico

Una piscina que las veces hace de terraza y techo, provocando una visión de acuario a los ambientes que van por debajo de la edificación en Marbella, España, diseñada por la oficina holandesa Wiel Arets Architects.

El manejo en voladizo de la piscina convierte en marquesina y fachada, aunque para lograr ese efecto es necesario elegir muy bien el material y el color que lograr una imagen integral, resaltando la piscina como parte del paisaje por dentro y fuera que aparenta un cuadro en movimiento, aunque los efectos de humedad, filtraciones podrían afectar su estructura y los expertos cuestionan cómo resolverán estructuralmente el colocado de cristal, resistencia y la ubicación del acero o vigas, que se refiere a la cimentación que son muy propias seguramente de ingeniería.

El diseño, efectivamente es innovador original y la proyección del agua en la terraza es fascinante muestra en el ambiente tranquilidad y sobresale el paisaje natural, obteniendo un efecto visual en los ambientes internos.

La casa tiene una circulación exagerada, además de un diseño convencional, la solución estructural aparenta ser ingeniosa, vigas muro en voladizo. Pero se puede apreciar muchas barreras arquitectónicas. Aparenta tener espacios estrechos, pero crean un efecto acuario.

La “Jellyfish House”, es la residencia de tres pisos diseñada, que cuenta con una terraza en el techo y una piscina. “La terraza es semi-cerrada junto a la entrada principal de la planta baja de la casa, proyectando llamativas ondas de luz en el piso inferior. Además de que la pared trasera de la piscina también cuenta con una gran ventana interior.

Otra ventana interior crea una vista a través de la cocina a una sala de estar ubicada por debajo de la piscina, donde las paredes de cristal se deslizan hacia atrás para abrir espacio a los elementos circundantes. El programa privado de la vivienda cuenta con cinco dormitorios y uno principal. Además de los espacios públicos necesarios en una casa, como cocina, estar, baños”.


El arte de los vitrales góticos

Las catedrales e iglesias muy de moda en la época medieval hoy son reconocidas como verdaderas obras de arte por su estilo y decoro en sus vitrales, además de construcciones con mirada hacia el cielo y muy propias en catedrales e iglesias, por lo general católicas.

El gótico fue una corriente artística originada en Francia -en Saint Denis- y posterior construcciones en el mundo, siendo un gran aporte a la arquitectura, resaltando al trabajo artesanal y del tratamiento del vidrio a colores, que expresan formas e imágenes, es el caso de la Recoleta de La Paz, que expresa hermosos vitrales en la arquitectura gótica.

En nuestro medio, estos vitrales son muy conocidos como vidrios catedrales, asociado justamente a las iglesias o catedral de la plaza murillo, la máxima representación en infraestructura para los creyentes.

El siglo XIX, este arte fue valorado recién por los artistas tras realizarse un estudio de apreciación a las catedrales de Notre-Dame, San Patricio en Nueva York obras neogóticas y otras en España.

En nuestro país existen muy pocas, entre ellas una que destaca en la ciudad de La Paz, La Recoleta, ubicada en la calle América, donde por dentro uno se encuentra envuelto en luz mágica de la Edad Media, debido a los vitrales de colores, más aún cuando se está encerrado y no se utiliza la luz artificial.

Además de la arquitectura, la pintura y la escultura, para la construcción de un iglesia seguramente tuvieron que contratar a un artista o varios para realizar las imágenes en los vitrales, que para el época de construcción de la Recoleta, el pasado siglo, debieron ser unos genios, destacando al fondo del retablo (derecha) existe contra luz un corazón con mucha fuerza icónica que parece real.

Sin embargo no existe un escrito del artista que habría proyectado el diseño de los vitrales, lo que hace suponer que se habría copiado de alguna iglesia española o francesa.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Marisabel Abularach / Arquitecta 'Al diseñar debemos pensar en la ciudad, no sólo en la forma'

P. ¿Cuáles fueron sus primeros acercamientos con la arquitectura?

Siempre me gustó el arte. El teatro y la actuación fueron mis primeras inclinaciones; pero los últimos años de colegio me decidí por Arquitectura porque es el único arte que además es ciencia, y las matemáticas también me atraen.

Tuve la oportunidad de formarme en Monterrey, México, y creo que ha sido la mejor decisión.

P. ¿Y si no se hubiera sido la Arquitectura...?

Creo que el teatro y la actuación hubieran sido una buena elección. En México tuve la oportunidad de hacer actuación y a mitad de carrera estuve tentada de colgar las escuadras y cambiarlas por el escenario, pero no me arrepiento de mi decisión.

P. ¿Qué tan enriquecedora ha sido la formación en México?

Las facultades tiene más años de historia, eso brinda mayor madurez en la enseñanza, en la docencia y en la misma arquitectura.

La facultad donde fui formada tiene 80 años, por lo que la formación ha sido bastante integral en historia y en pasado. En Santa Cruz nuestras facultades son nuevas. La más antigua es la de la Universidad Privada de Santa Cruz (Upsa) que recién cumplió 30 años y como en toda juventud aún falta madurez.

P. Pero muchos profesionales destacan el nivel de la arquitectura cruceña...

En Santa Cruz somos muy formalistas. Es decir, primero está la forma antes que la función, o la economía misma del proyecto.

Lo que pasa es que somos una ciudad joven que se construye a pasos agigantados. Hace 60 años, Santa Cruz tenía 50 mil habitantes, ahora somos más de 2 millones. No hemos tenido un tiempo de reflexión, que lo necesitamos todos para preguntarnos qué estamos haciendo.

De alguna manera hasta yo me autocritico, porque he tenido la tentación de caer en ese 'desenfreno formal' como le llamo y ahora trato de reflexionar en todo lo posible.

P. Entonces ¿cuál es el desafío de la arquitectura cruceña?

Tenemos que pensar más en la ciudad. Muchos somos tan individualistas que pensamos en el beneficio propio y en el del edificio, dejando de lado la ciudad y el entorno. Debemos ser conscientes que lo que estamos creando es para todos.

Al final un edificio vive más que nosotros, ese es otro motivo para pensar más en la ciudad, antes que en lo individual.

P. ¿La arquitectura sostenible no podría ser una solución?

En el mundo entero se aplica mucho la arquitectura sostenible, pero es relativamente nuevo en Santa Cruz. El costo de un edificio sostenible puede incrementarse entre un 50 al 100% en comparación con un edificio estándar. En principio la inversión es alta, pero se recupera con el tiempo porque genera u optimiza el consumo de energía y se recicla el agua, entre otros cosas.

En Santa Cruz aún no existen edificios sostenibles en toda la amplitud del concepto.

P. ¿Se podría aplicar en Bolivia?

El problema es que somos inmediatistas. Lo importante es cuánto cuesta aquí y ahora.

P. ¿Cuáles han sido los trabajos que han marcado un hito en su carrera?

Dos han sido los trabajos más grandes y complejos.

El primero fue el Hospital Obrero, que fue entregado hace seis años, pero que aún trabaja a media fuerza. La arquitectura hospitalaria es uno de los retos más grandes en el diseño, sobre todo por la parte funcional.

El segundo ha sido el Ventura Mall. Se inició hace 14 años, en principio iba a ser de 35 mil metros cuadrados y terminó con 80 mil.

Tuvimos que inventar adecuaciones y ampliaciones sobre la marcha.

A partir de este trabajo soy más reflexiva. Ahora, antes de hacer una raya o plasmar una idea la medito, soy más consciente.

P. ¿Le queda algo pendiente por alcanzar en lo profesional?

Cada día es un desafío nuevo y cada proyecto un aprendizaje nuevo.

La arquitectura me ha hecho muy feliz, no me ha defraudado en ningún momento, pero ahora la asignatura pendiente es proyectarse fuera del país

P. ¿Qué consejos les daría a quienes desean estudiar arquitectura?

Mucha pasión y entrega. Esta carrera no es a medias, o te entregas por completo o mejor no lo haces, uno no puede ser medio arquitecto.

No importa cuántas noches se quede sin dormir, los fines de semana sin salir. La arquitectura requiere entrega total.

Ficha personal:

Nombre: Marisabel Abularach Salek
Ciudad natal: La Paz, Bolivia
Fecha de nacimiento: 17 de noviembre.
Formación profesional: Arquitecta. Tecnológico de Monterrey, México
Otras actividades: Docente de Taller de Diseño. UPSA.
Conferencias varias.

La casa enterrada

En septiembre de este año se desarrolló la V Bienal de Arquitectura de Santa Cruz, evento en el que se organizó un concurso en cuatro categorías. La Casa Enterrada fue la ganadora en la categoría Arquitectura Habitacional. La Casa Enterrada fue diseñada por los arquitectos Luis Fernández de Córdova y Nataly Dorado. Esta edición de Tu Casa, les muestra las imágenes de esta joya arquitectónica diseñada por estos profesionales bolivianos.

Muro de contención

La inclusión de un muro de contención de 4 metros de altura desarrollado a lo largo de los 43,5 metros que corresponden a la medianera oeste, hizo posible obtener una superficie plana en un 50% del terreno y emplazar allí la masa construida, dejando el otro 50% con la pendiente original, para ser usado como patio.

Techo verde

El 'enterramiento' de un sector de la casa y el tratamiento de su techo con un sistema verde, permitió una eficiente aislación térmica y a la vez recuperar como patio una superficie igual al área enterrada.

Patio inglés apergolado

Para completar los límites del patio, (que ya estaban definidos en dos de sus lados por el talud natural), la planta fue desarrollada en forma de 'L' invertida. A su vez, esta fue emplazada de forma paralela al muro de contención, generando una especie de 'patio inglés apergolado' que además de enriquecer el espacio, permite iluminar y ventilar el área privada.

Oficina en el segundo nivel

El proyecto contempla en el segundo nivel una oficina - taller de paisajismo a la cual se accede por una escalera exterior independiente y diferenciada del acceso a la vivienda.

Memoria descriptiva

El deseo de habitar con privacidad en un barrio donde no están permitidos los muros y con la particularidad topográfica del terreno (una hondonada de hasta 4 metros de diferencia en altura) y el intento de lograr un control térmico en una ciudad tan cálida como Santa Cruz, sugirieron la idea de 'enterrar' la casa.

domingo, 16 de noviembre de 2014

El Mamani Mamani de la arquitectura



Freddy Mamani llega con algo de retraso a nuestra cita en la conocida plaza del teatro San Gabriel, en el barrio alteño de Villa Adela. Luce pantalón vaquero desgastado y una camisa a cuadros. La camioneta que maneja, una Toyota con el cartel de “Se vende”, refleja los años de trajín por las polvorientas calles de la ciudad. Es fácil calcular que no le darán por ella más de unos cientos de dólares. Una cantidad incomparable con lo que Mamani ha debido ganar en los últimos años, desde que en 2005 pusiera la primera piedra de lo que sería la creación de un nuevo estilo arquitectónico primero alteño, y después boliviano e internacional.

La arquitectura andina, como prefiere que se la denomine en lugar de otros términos que considera despectivos o inapropiados como cholet o cohetillo, decora el árido paisaje de El Alto como motas de colores que sobresalen entre el skyline de la urbe. Flanqueada por los imponentes Huayna Potosí e Illimani, la ciudad es la segunda del país en cuanto a población, a pesar de que en los años 60 todavía era una escisión marginal de La Paz. La mayoría de la población que habita El Alto, de etnia aymara, ha hecho del lugar un centro de incesantes intercambios comerciales y asentamiento de talleres e industrias que se alimentan de grandes capitales de la minería cooperativa y del intenso comercio con los países asiáticos, la mayoría ejercidos por mujeres. A pesar de que a simple vista pueda parecer una de las ciudades más pobres del país, El Alto es protagonista de un auge económico sin precedentes, donde la llamada “nueva burguesía aymara” quiere dejar patente su poderío económico y social a través de este nuevo estilo arquitectónico que además refuerza sus raíces y cultura indígena, de la que ya no se avergüenzan. “Antes la gente aymara se cambiaba de apellido por la fuerte estigmatización que había hacia ellos. Ahora se han empoderado y quieren demostrar la fuerza de su cultura”, puntualiza Wilfredo Poma, guía turístico de la asociación Saraña, que nos acompaña. “En la academia nos enseñan siempre los viejos cánones del exterior, muy tradicionales, y nos dicen que no podemos romper con ellos, pero ¿por qué no? yo tengo mi cultura, mi esencia, ¿por qué no la puedo aplicar en la arquitectura?”. La lucha de Freddy por ver reconocido su estilo como un hito arquitectónico ha dado sus frutos con la reciente publicación de su libro, en el que el alcalde alteño, Édgar Patana, se deshace en elogios hacia él. “Esta arquitectura logra expresar la producción de una estética y una cultura verdaderamente original, innovadora y auténtica”.

Freddy maneja su camioneta hasta la primera obra del circuito que ha preparado para mostrarnos su colección de creaciones. En plena carretera a Viacha y rodeada de viviendas con acabado de ladrillo a la vista, se alza el edificio, todavía en construcción. Su dueña, una vendedora de repuestos, confiesa que se animó a la compra después de observar otras casas parecidas en El Alto. “Esta va a tener seis plantas. La voy a utilizar como salón de fiestas y mi vivienda va a estar arriba. He elegido el color naranja porque es más llamativo, aunque he dejado todo el diseño en manos de Freddy”, reconoce Roxana Chuquimia, que admite el sacrificio económico que ha hecho para tener su casa. “Hay envidia, al que tiene una de estas todo el mundo lo conoce”.

El nuevo concepto arquitectónico hunde sus raíces en la tradición de las culturas prehispánicas y andinas. Los motivos zig zag o cortes oblicuos encuentran en el arte tiwanakota su razón de ser, como la cruz andina o el círculo, muy utilizados por Mamani en ventanas, puertas y pisos. La combinación extremadamente llamativa de los colores que utiliza en las fachadas se inspira en los aguayos de las mujeres. “Mi madre es de pollera. Siempre me han impresionado las tonalidades de diferentes colores que conviven en una tela. Es lo que he querido transmitir en mis obras”. Su estilo nació de esa fusión de elementos y de su propia imaginación, un torrente de estímulos que le asaltan a cada instante y que no puede controlar. “A veces me agobio porque tengo tanta creatividad que me desborda. Cada edificio que hago es único y fruto de mi mente”, confiesa.

Aún conserva frescos en su memoria los recuerdos de su infancia en la comunidad Catavi, en la provincia Aroma. Solía mirar hacia al cielo y ver las avionetas que surcaban por encima de la pampa de su pueblito. “Yo pensaba: un avión puede llegar, yo quería hacer la pista de aterrizaje en mi comunidad. Y soñaba con colocar asfalto en la carretera La Paz-Oruro, yo decía, si llegara a ser presidente del gobierno eso haría”. Con tan solo seis años, y después de que su padre saliera bachiller, se marcharon a El Alto como mucha población rural en busca de nuevas oportunidades. “Mi papá era maestro de construcción. Me llevaba a la zona Sur a construir con él. Yo veía cómo trabajaba, cómo sufría”.

Pasó su adolescencia entre palas y escombros, y al terminar el cuartel empezó oficialmente a trabajar en la obra mientras compaginaba sus estudios de construcción civil en la UMSA. Su carrera profesional crecía como la espuma en paralelo. A los 30 ya era contratista, el rango más alto dentro del oficio. “Pero yo pensaba: tengo que superarme más. Entonces he estudiado Ingeniería Civil”. El tercer y gran paso fue la carrera de Arquitectura, esta vez en la universidad privada, “que tenía horarios más flexibles en la noche”. Desde entonces todos sus esfuerzos han ido destinados a marcar identidad “para El Alto, para Bolivia y para el mundo”. Medios de comunicación internacionales lo requieren para entrevistas y sus obras ya están traspasando fronteras. “He hecho construcciones por todo el país y también fuera, en Chile y Perú. Ahora parece que hay chinos interesados”. Con 42 años, tres carreras universitarias y una todavía más prometedora carrera profesional, Freddy Mamani es reconocido gracias a 60 obras construidas en algo menos de diez años. El sello de su empresa constructora CONSTECM “J”, en la que también trabajan sus hermanos Édgar, Moisés, Efraín, Daniel, Elena y Luz, es cada vez más visible y marca la distinción entre sus construcciones y las que él llama de los “imitadores”. Lo cierto es que ya había algunas edificaciones destacadas con diseños árabes o decoraciones pintorescas que empezaron a aparecer en El Alto en los años 90. Sin embargo, desde que en 2005 se empezara a construir la primera obra de Freddy, un edificio verde en la avenida Juan Pablo II frente a la Universidad Pública de El Alto (UPEA), no han dejado de proliferar edificios que reflejan este estilo neo-andino.

Recorremos el barrio de Villa Adela en el auto. Cada 50 metros de avenida, Freddy saca el brazo por la ventana señalando “esa obra es mía, esa también y esa de ahí la he diseñado y construido yo”. Entramos al edificio, donde los dueños reciben a Mamani como una autoridad. Los colores, las luces led y las lámparas de araña traídas directamente de China, nos hacen imaginar fácilmente la magnitud de las fiestas que allí se celebran. “El aymara no concibe invertir en una vivienda de la que no pueda sacar beneficio, por eso hacen estos salones de fiestas, para recuperar la inversión y además hacer plata. Otro rasgo es la tiendita que ponen en los bajos del edificio, que tiene la misma función empresarial”, relata Wilfredo Poma. Freddy no entiende de computadoras ni maquetas cuando se trata de diseñar sus edificaciones. Todo está en su cabeza, donde no existe lugar a la improvisación. “Yo me meto entre las cuatro paredes y tengo que hablar el mismo idioma con mis obreros. Hago mis propios diseños sobre la pared blanca. Les digo: de ahí vas a bajar 20 cm, de ahí te vas a dejar unos 80, y ahí lo vas a empezar a plafonear, y después vamos moldeando. No puedo mostrarle al obrero en la computadora, no me entenderían”. Los días para Mamani tienen una hora de inicio, normalmente a las tres o cuatro de la mañana, cuando la creatividad está en su mayor esplendor. “Diseño hasta las seis o siete y me pongo en marcha”. Lo que siempre es un enigma es la hora de cierre. “Hay veces que me dan las doce de la noche, me gusta estar en el proceso creativo y constructivo de todas las obras. Ahora tengo diez a medias y no puedo dejar de ir a ninguna”.

Joaquín Quispe, propietario de una de las edificaciones que ya está concluida para empezar a funcionar como salón de fiestas y vivienda, muestra la foto de la casita baja de adobe que había anteriormente en ese mismo lugar donde ahora se alza un coloso con el sello Constrec. “Antes vivíamos en esa casita mi mamá, mis seis hermanos y yo, en un solo cuartito todos”. Esa pobreza es la que, según cuenta, les ha enseñado a valorar la vida y a querer salir adelante. “Lo primero era pasar del adobe al ladrillo.

Con mucho sacrificio nos hemos ido varios de los hermanos al exterior a trabajar en la industria textil. Además, cuando mi papá murió, mi mamá nos sacó adelante vendiendo de todo por la ciudad. Su sueño siempre ha sido tener un local, y eso nos ha impulsado, cómo no retribuir ese esfuerzo que ella hizo por nosotros, aunque sea hipotecándonos”. Ahora ya solo queda esperar a recuperar la inversión, como algunos de los y las propietarias de estos edificios, que en muchos casos se endeudan con tal de tener un sustento familiar y por qué no un símbolo de ostentación.

Mientras Joaquín narra la historia de su familia y su ascenso social, Freddy observa su obra desde la baranda de la planta superior del salón. La combinación de colores opuestos que se proyectan en todos los espejos, pueden entenderse, según la arquitecta Elisabetta Andreoli en su libro Bolivia contemporánea “como un precedente del concepto aymara de complementariedad (ayni) basada en la combinación de opuestos”. Freddy, sencillo y campechano al mismo tiempo, refleja cierta aura de misticismo, como quien guarda demasiadas cosas difíciles de exteriorizar. Guarda muchos planes para esa ciudad tan cercana al cielo.