martes, 21 de agosto de 2012

Individualidad de los hechos urbanos. - XVII

Con estos problemas se había iniciado el presente capitulo; antes se habían visto aquellas cuestiones que parecen más objetivables pertenecientes a los hechos urbanos y a su naturaleza colectiva. Naturaleza colectiva e individualidad de los hechos urbanos se disponen ahora como la misma estructura urbana. La memoria, en el interior de esta estructura, es el conocimiento de la ciudad; se trata de una acción en forma racional cuyo desarrollo consiste en demostrar con la máxima claridad, economía y armonía algo de lo ya aceptado. De esta demostración nos interesan sobre todo los modos de actuación y los modos de lectura; sabemos que éstos dependen del tiempo, de la cultura y de las circunstancias, pero puesto que sor estos factores en su conjunto los que determinan los modos mismos, es en ellos en los que relevamos el máximo de concreción Hay regiones muy pequeñas o grandes en las que la diferencia de hechos urbanos nunca podrá ser explicada si no se tiene en cuenta esto; tienen conformaciones y aspiraciones que corresponden a una individualidad casi predestinada. 
 Pienso ahora en las ciudades de la Toscana o de Andalucía o de otras regiones; ¿cómo podrán los factores generales, suficientemente comunes, darnos cuenta de su individualidad tan diversa Es probable que este valor de la historia, como memoria colectiva, entendida por lo tanto como relación de la colectividad con el lugar y con la idea de éste, nos dé o nos ayude a entender el significado de la estructura urbana, de su individualidad, de la arquitectura de la ciudad que es la forma de esta individualidad la cual resulta así ligada al hecho originario, al principio en el sentido de Cattax reo; que es un acontecimiento y una forma. Y así la unión entre el pasado y el futuro está en la idea misma de la ciudad que la recorre, como la memoria recorre la vida de una persona, y que siempre para concretarse debe conformar la realidad pero también debe tomar forma en ella. Y esta conformación permanece en sus hechos únicos, en sus monumentos, en la idea que de éstos tenemos. Ello explica también por qué en la Antiguedad se ponía el mito como fundamento de la ciudad. [...] Pero los historiadores áticos que querían dar a su país una serie d reyes, hicieron revivir por así decirlo Cécrope en Erictonso, el segundo ateniense principal, del cual sabemos la extraña historia del nacimiento de las leyendas relacionadas con la diosa Atenea {...}. 
El debe también háber construido el santuario, ya famoso, de Atenea Poliada, debe haber erigido en él la estatua de madera de la diosa y haber sido sepultado precisamente allí [...]. Parece que su nombre, que significa de modo evidente ctonio, ser del reino de los infiernos, originariamente no indicaba un señor, un rey d arriba, de nuestro mundo, sino un muchacho misterioso que era venerado en algunos misterios y nombrado raramente en las historias [...]. De ser primitivo los atenienses habían tomado el nombre de cecrópidos, y d este su rey y héroe tomaron el de hereteidos.»

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