martes, 10 de mayo de 2011

PROBLEMA DE CLASIFICACIÓN. (VIII)

Es poco probable que los tratadistas de aquella época se detuvieran en algún lugar sobre esta afirmación, tan connatural era ella con su modo de pensar; sabemos hasta qué punto su incomprensión de la ciudad gótica era y se debía precisamente a la imposibilidad de captar un paisaje sin captar la validez de cada uno de los elementos que lo constituyen; sin comprender el sistema.. Ahora bien, si por ejemplo en el no captar el significado y por lo tanto la belleza de la ciudad gótica se equivocaron, no por ello deja de ser justo el sistema seguido por ellos. Para nosotros la belleza de la ciudad gótica aparece precisamente ahí donde ésta se muestra como un hecho urbano extraordinario en el que la individualidad de la obra es claramente reconocible en sus componentes. Justamente a través de las investigaciones llevadas a cabo sobre esta ciudad captamos su belleza; la cual, sin embargo, participa de un sistema. Y nada hay más falso que definir como orgánica o espontánea la ciudad gótica.
Convendrá destacar aún otro aspecto de la modernidad de la posición considerada.
Después de haber establecido el concepto de clase, se ha dicho, Milizia precisa cualquier edificio tipo dentro de una idea general y lo caracteriza mediante una función. Esta función es considerada independientemente de las consideraciones generales sobre la forma; y hay que entenderla más bien como fin del edificio que como función en sentido propio. Así vienen catalogados en la misma clase edificios de uso práctico y edificios empíricamente observables como objetos, pero construidos en función de conceptos no igualmente observables; así, los edificios para la salud pública o para la seguridad se encuentran dentro de la misma clase de edificios para la magnificencia o la sublimidad.
Hay al menos tres argumentos a favor de este modo de proceder; el primero y principal es el de reconocer la ciudad como una estructura compleja donde se encuentran de hecho partes de ciudad entendidas como obra de arte; el segundo es relativo a la validez de un discurso tipológico general de los hechos urbanos o, en otros términos, que yo puedo dar un juicio técnico aun en aquellos aspectos de la ciudad que ‘por su naturaleza requieren un juicio más complejo reduciéndolos a su constante tipológica, y, finalmente, que esta constante tipológica desempeña «un papel propio» en la constitución del modelo.
Por ejemplo, al tratar de un monumento, Milizia lo refiere a tres factores de análisis: “[...] que sean [...] dirigidos al bien público, colocados oportunamente, constituidos según las leyes de la conveniencia. Respecto a la conveniencia de la construcción de los monumentos, no podemos decir otra cosa aquí, en general, sino que sean significantes y expresivos, de estructura simple, con inscripciones claras y breves, a fin de que a la más ligera mirada surtan el efecto para el que se construyen». En otros términos podemos decir que, si respecto a la naturaleza del monumento no podemos expresar otra cosa que una tautología, un monumento es un monumento, podemos, sin embargo, establecer condiciones en el contorno que, aun no pronunciándose sobre la naturaleza del monumento, iluminen sus características tipológicas y compositivas. Estas
características son también en gran parte de naturaleza urbana: pero son, además, condiciones de la arquitectura, es decir, de la composición.
Y éste es un aspecto de fondo sobre el que se volverá más adelante.

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