jueves, 8 de marzo de 2012

PROBLEMA DE CLASIFICACIÓN. (VII)

Juntamente con las de algunos geógrafos que he citado como Chabot y Tricart, la de Poéte y la de Lavedan están entre las contribuciones más altos de la escuela francesa a la teoría urbana.
La contribución del pensamiento ilustrado a una teoría fundada de los hechos urbanos merecería una investigación especial. En primer lugar, lo tratadistas del siglo XVIII intentan establecer principios de arquitectura que puedan ser desarrollados sobre bases lógicas, en cien sentido sin trazado; el tratado viene a constituirse como una serie de proposiciones derivables una de la otra. En segundo lugar, cada elemento viene siempre concebido como parte de un sistema y este sistema es la ciudad; y es por consiguiente la ciudad lo que confiere criterios de necesidad y de realidad a cada arquitectura. En tercer lugar, distinguían la forma, aspecto último de u estructura, del momento analítico de ésta; así la forma tiene una persistencia propia (clásica) que no está reducida al momento lógico.
Sobre el segundo punto se podría discutir largamente, pero sería necesaria una mayor documentación; verdad es que mientras ello comprende la ciudad existente postula la ciudad nueva, y la relación entre la construción de un hecho y su entorno es inseparable.
Voltaire, en el análisis del grand siécle, ya había indicado como límite de aquellas arquitecturas su desinterés respecto a la ciudad, en tanto que la obligación de toda construcción era la de ponerse en relación directa ron la ciudad. La explicitación de estos conceptos se tiene con los planos y los proyectos napoleónicos que representan uno de los momentos de mayor equilibrio de la historia urbana.
Ahora intentaré ver, basándome en los tres puntos expuestos, los criterios principales; proporcionados por la teoría de Milizia como ejemplo de un tratadista de la arquitectura que se ha situado dentro de las teoría de los hechos urbanos.
La clasificación propuesta por Milizia, el cual trata precisamente de los edificios y de la ciudad a un mismo tiempo, distingue los edificios urbanos e u privados y públicos, entendiendo por los primeros las viviendas y por los segundos los elementos principales que yo llamaré primarios. Además, Milizia pone estos agrupamientos como clases, o cual le permite hacer distinciones en la clase considerada precisando todo elemento como edificio tipo en una función general, mejor dicho, en una idea general de la ciudad.
Por ejemplo, en la primera clase hay palacios y casas; en la segunda, edificios de seguridad, utilidad pública, mercados, etc. En los edificios de utilidad pública se distinguen después las universidades, las bibliotecas, etc.
El análisis que se realiza se refiere, pues, en principio, a la clase (pública y privada); en segundo lugar, a la situación del elemento en la ciudad, y, finalmente, a la forma y a la distribución del edificio. «[...] La mayor comodidad pública requiere que estos edificios [de utilidad publica] estén situados no muy lejos del centro de la ciudad, y distribuidos en torno a una gran plaza común.»
El sistema general es, pues, la ciudad; las clarificaciones de los elementos son clasificaciones del sistema adoptado. ¿De qué ciudad se trata? De una hipótesis de ciudad que se construye juntamente con la arquitectura.
«También sin sus fábricas suntuosisimas la ciudad puede aparecer bella y respirar hermosura. Pero lo mismo es decir bella ciudad, que buena arquitectura.» Esta afirmación parece decisiva para todos los tratadistas de la arquitectura de la Ilustración; bella ciudad es buena arquitectura, y la proposición es reversible.

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