domingo, 29 de julio de 2012

Individualidad de los hechos urbanos. La arquitectura - I

En el curso de este ensayo se ha señalado muchas veces el valor del locus, entendiendo con ello aquella relación singular y sin embargo universal que existe entre cierta situación local y las construcciones que están en aquel lugar. La elección del lugar para una construcción concreta como para una ciudad, tenía un valor preeminente en el mundo clásico; la situación, el sitio, estaba gobernado por el genius leci, por la divinidad local, una divinidad precisamente de tipo intermedio que presidía cuanto se desarrollaba en ese mismo lugar. El concepto de locus siempre ha estado presente en la tratadística clásica, si bien ya en Palladio y después en Milizia su tratamiento toma cada vez más un aspecto de tipo topográfico y funcional; pero en las palabras de Palladio hay aún en forma viva el estremecimiento del mundo antiguo, el secreto de esta relación que es más evidente, por encima de la cultura específica arquitectónica, en ciertas obras suyas como la Malcontenta o la Rotonda, las cuales deben precisamente a la «situación» algunas de las condiciones para su comprensión. También Viollet-le-Duc, en su esfuerzo por entender la arquitectura como una serie de operaciones lógicas fundamentadas en pocos principios racionales, admite la dificultad de la transposición de una obra de arquitectura. En la idea general de la arquitectura participa también el lugar como espacio singular y concreto. 
 Por otra parte, un geógrafo como Max Sorre señala la posibilidad de una teoría del fraccionamiento del espacio; indica en este sentido la existencia de “puntos singulares”. El locus asi concebido acaba poniendo de relieve, dentro del espacio indeferenciado, condiciones, cualidades que nos son necesarias para la prensión de un hecho urbano determinado. 
También Halbwachs en los últimos años de su vida, había de ocuparse de la topografia legendaria afirmando que los lugares santos presentan, a traves de las diversas épocas, varias fisonomías en las cuales se reconocen las imágenes de los grupos cristianos que las han constituido y situado según sus aspiraciones y sus necesidades. Pensemos por un momento en el espacio de la religión catolica este espacio cubre toda la tierra porque la Iglesia es indivisible; en este universo el área singular, su concepto, pasa a segundo plano así como el limite o el confín. 
 El espacio está determinado respecto de un centro único: la sede del papa, pero este mismo espacio terrestre no es más que el momento, una pequeña parte del espacio universal que es el lugar de la comunión de loa santos. (Esta noción de espacio es paralela a la sublimación espacio como es entendida por los místicos.) Y, sin embargo, este cuadro total e indeferenciado, donde el espacio mismo se anula y se sublima, existen «puntos singulares»; son éstos los lugares de peregrinación, los santuarios, en los que el fiel entra en comunicación más directa con Dios. 
Así como, para la doctrina cristiana, los sacramentos son signos de la gracia, porque con partes sensibles significan o indican aquella gracia invisible confieren; y son sus signos eficaces porque significando la gracia realmente la confieren.

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