domingo, 2 de septiembre de 2012

Part VIII


¿No   podemos,    quizá,    juzgar    el    plan    de   Ferrara    de    los    Duques    de   Este independientemente  de  su  fallo,  del  fracaso  de  sus  previsiones  de  desarrollo?  ¿O deberemos quizá decir que aquel plan no era bueno porque no se ejecutó?

Otro ejemplo clamoroso puede ser ofrecido por el plan muratiano para Bari; se trata de un típico ejemplo de «expropiación» como es tratado por Halbwachs, una expropiación caracterizada,  como  todas  por  otra  parte,  por  una  serie  de  circunstancias  precisas  de carácter histórico y político.

Lo que interesa resaltar aquí es que el plan proyectado en tiempos de los Borbones y aprobado en 1790 tuvo un desarrollo edificatorio, a través de diversas vicisitudes, que con períodos sucesivos prosiguió hasta 1918.

También aquí y hasta hoy mismo, el plan fue alterado de modo diverso precisamente en sus   caracteres   antiespeculativos    en   sus   características   de   las   manzanas,   pero permaneció no como la huella reconocible de lo histórico, sino como forma concreta de la  ciudad  constituyendo  aquel  típico  diseño  de  Bari,  caracterizado  por  la  separación entre ciudad antigua y burgo muratiano, que es inmediatamente reconocible en la ciudad pullesa.

Por otra parte, como ya ha sido justamente observado, podremos estudiar no sólo cómo las  ciudades  se  desenvuelven,  sino  también  cómo  decaen;  en  este  sentido  podemos hacer un estudio en la misma dirección de Halbwachs, pero en sentido contrario.

Decir que Richelien decayó rápidamente con la desaparición de la escena política del gran cardenal-ministro porque estaba ligada a éste no significa aún nada; su figura podía ser  la  que  había  provocado  el  inicio,  que  había  dado  ocasión  a  la  fundación  de  este centro urbano, el cual después habría podido continuar creciendo por su propia cuenta. Los siglos de decadencia de algunas grandes ciudades o de algunas pequeñas ciudades han alterado diferentemente su estructura urbana, sin mellar por otra parte su cualidad;
¿o debemos creer que en el caso de ciudades como Richelieu o Pienza no haya habido nunca  una  vida  urbana?  ¿Quizá  porque  son  ciudades  artificiales?  Pero  lo  mismo  se podría decir de Washington o de otras ciudades; por ejemplo de San Petersburgo. No es que crea que sea nada importante la diferencia de escala, con frecuencia estridente, de esas  ciudades;  al  contrario,  es  una  nueva  prueba  de  cómo  debemos  descuidar  la dimensión  en  el  estudio  de  los  hechos  urbanos  si  queremos  tener  un  planteamiento científico del problema. En sus comienzos San Petersburgo se podía considerar un acto arbitrario del zar y la continua bipolaridad de Rusia entre Moscú y el actual Leningrado viene a demostrar mo no ha sido enteramente pacífico el crecimiento de esta última al nivel  de  capital  y  después  de  gran  metrópoli  mundial.  Los  hechos  concretos  de  este crecimiento  probablemente  son  tan  oscuros  como  los  de  la  decadencia  de  Nijni- Novgorod respecto de Moscú o del predominio de Milán a partir de cierta época sobre Pavía y otras ciudades lombardas.

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