Como corolario, el neoliberalismo indica que, desde la perspectiva de los
lugares, y de la periferia no desarrollada en particular, si quiere atraer la inver-
sión capitalista para ubicarse en el mercado global como lugares productores
(generando empleo local) y no sólo como consumidores, hay que competir
ofreciendo altas tasas de ganancia y bajos riesgos. Es decir, aumentar la pro-
ductividad del trabajo y bajar los costos locales -salariales y otros. Políticas co-
mo la flexibilización laboral pero también una reducción de los costos impo-
sitivos. Ante los efectos socialmente negativos de la reestructuración producti-
va, los Estados no cuentan con recursos suficientes ni para intentar compen-
sar a los trabajadores temporal o definitivamente despedidos o a los jóvenes
que no pueden conseguirlo por primera vez.
Es más, al poner candados a la
política fiscal, se asegura que habrá menos capacidad de gasto cuando más fal-
ta haga.
Si cada país se especializara en producir eficientemente algunos productos
para el mundo, obtendría por el comercio internacional los recursos para, a su
vez, importar las mercancías producidas en otros sitios. No es posible que to-
dos los países tengan superávit comercial al mismo tiempo o que sean igual-
mente atractivos para el influjo compensador de capitales.
En este esquema
mercantilista habrá perdedores y ganadores en lo que se aproxima a un juego
suma-cero. Los términos del intercambio no favorecen a América Latina. Así,
en 1999 se cumplió con la indicación: se aumentó la productividad, se expor-
tó más, pero a precios menores! Por lo demás, las ventajas competitivas basadas
en la renta de recursos naturales no renovables tienen una prospectiva poco fa-
vorable, en un mundo en que las bases de la competencia deben actualizarse y
renovarse continuamente. En todo caso, los ritmos de incremento de la produc-
tividad que caracterizan el inicio de esta ola de globalización no alcanzan ni en
'las economías de mercado más avanzadas' los niveles que logró el modelo in-
dustrialista en su apogeo (Castells 1997:98-99). Aún reconociendo las dificul tades que apunta iManuel Castells acerca de la medición de las variaciones en la
productividad en períodos largos cuando el contenido mismo de las activida-
des y sectores se está transformando (como ocurre sin duda con los 'servicios'),
se constata que en Estados Unidos, durante 1993 y 1994, mientras la produc-
tividad industrial habría crecido un 5,4%, los salarios reales del mismo sector
habrían descendido un 2.7% (Castells 1997:106).
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