domingo, 30 de junio de 2013

Las promesas incumplidas de la globalización - III

En cuanto a las expectativas para el 2000: podríamos llegar a crecer, siempre y cuando crezca la economía de los países industrializados, pero apenas sería suficiente para recuperar lo perdido en 1999. 
La promesa universal del capital era que, si lo dejaban libre, haría crecer las economías y que, a través de los mecanismos de mercado, podía asumir toda necesidad como negocio y llegar a cualquier lugar del mundo con la tecnología de punta, innovando incesantemente en los productos y bajando precios. Pero esa libertad irrestricta está generando graves problemas sociales. En cuanto a la producción de los bienes transables (los que se pueden producir en un lugar y vender en cualquier parte del mundo) esto se hace con una acentuación de la explotación del trabajo, poniendo a competir a los trabajadores del mundo en un mercado global; por tanto, se reducen los ingresos (salarios) y los derechos (seguridad social, estabilidad) de los trabajadores.
Por otra parte, la revolución tecnológica, sin restricciones político-sociales, tiende a diferenciar los lugares y países, creando nuevas elites locales y globales, substituyendo mano de obra por conocimientos incorporados a sistemas de producción automatizados, expulsando masas enormes de trabajadores descalificados del mercado, aumentado y complejizando los umbrales de acceso a un trabajo asalariado, lo que reduce aún más los ingresos y derechos de los trabajadores.
A lo cual se suma la presión sobre los gobiernos para bajar las cargas fiscales, perdiendo capacidad para complementar mediante programas sociales las necesidades básicas de los trabajadores (salario indirecto). Esto se refleja en altas tasas de desempleo y subempleo, y contribuye a la distribución cada vez más desigual del ingreso (ver cuadros 4, 5 y 6).

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