lunes, 10 de septiembre de 2012

Part XVI


En    este   capitulo    nos    hemos    preocupado    de    indicar    algunas    cuestiones    — fundamentalmente ligadas a los problemas económicos de la dinámica urbana o, en todo caso,  de  ellos  derivables—  que  no  surgían  en  los  temas  tratados  en  los  capítulos precedentes. (O sólo parcialmente a propósito de la clasificación operada por Tricart.)

Para  hacerlo  he  expuesto  y  comentado  inicialmente  dos  tesis;  la  primera  de  Maurice Halbwachs,  cuyo  trabajo  sumario  ha  contribuido  notablemente  a  aumentar  nuestros conocimientos sobre la ciudad y sobre la naturaleza de los hechos urbanos, y la segunda de Hans Bernoulli, teórico ágil e inteligente de uno de los problemas más discutidos de la ciudad moderna.

Estos dos autores consideran también desde estos puntos de vista algunos elementos de discusión que han ocupado este estudio y que requieren ser verificados constantemente.

Bernoulli,  desarrollando  su  tesis  de  las  relaciones  entre  la  propiedad  del  suelo  y  la arquitectura de la ciudad, había de llegar rápidamente a una concepción científica de la ciudad; no sucedía de modo diferente, partiendo del proyectar, a los arquitectos teóricos como Le Corbusier y Hilberseimer en el mismo clima del racionalismo.

En  las  páginas  precedentes  hemos  visto  el  aspecto  romántico  de  especialistas  como Bernoulli  y  Hegemann;  y  mo  su  moralismo,  que  tanto  valor  da  a  su  figura  de polémicos y de innovadores, acaba viciando su estudio de lo real; estoy convencido de que no se puede eliminar tan fácilmente la componente moralista en la valoración de los estudios de los teóricos de la ciudad y que sería una operacion arbitraria. La posición de Engels era sencillamente más fácil; afrontaba el problema por así decirlo «desde fuera», es decir, desde el punto de vista político y económico, para decirnos que en este sentido el  problema  no  existía.  La  conclusión  podra  parecer  paradojica:  pero  es  la  unica consideración clarificadora.

Cuando Mumford acusa a Engels de sostener «que hay suficientes viviendas para salir adelante  con  tal  que  sean  divididas”  y  de  basar  esta  afirmación  en  la  presunción  no controlada de que lo que los ricos poseen es bueno, deforma brutalmente el pensamiento de Engels pero en sustancia reafirma la bondad de la tesis de éste.

Y no sorprende, por otra parte, que la tesis de Engels no haya sido desarrollada en los estudios  sobre  la  ciudad;  no  podía  ser  desarrollada  en  aquellos  términos  porque  se planteaba en puros términos políticos.

Aquí  se  podrá  objetar  que  después  de  haber  intentado  captar  la  complejidad  de  la cuestión urbana en todos sus términos y por lo tanto haber remitido a la totalidad mismde la estructura cualquier explicación concreta, ahora separamos lo que constituye, sin embargo, el hecho principal de la polis, la política, de su construcción.

La  pregunta  puede  ser,  pues,  planteada  en  estos  términos;  si  la  arquitectura  de  los hechos  urbanos  es  la  construcción  de  la  ciudad,  ¿mo  puede  estar  ausente  de  esta construcción lo que constituye su momento decisivo, la política?

Pero,  sobre  la  base  de  todas  las  argumentaciones  expuestas  aquí,  nosotros  no  sólo afirmamos el lazo político, sino que, al contrario, sostenemos la preeminencia de este lazo y precisamente su carácter decisivo.

La política, de hecho, constituye aq el problema de las elecciones. ¿Quién en última instancia elige la imagen de una ciudad? La ciudad misma, pero siempre y solamente a través de sus instituciones políticas.

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