En este capitulo nos hemos preocupado de indicar algunas cuestiones — fundamentalmente ligadas a los problemas económicos de la dinámica urbana o, en todo
caso, de ellos derivables— que no surgían
en los temas
tratados en
los
capítulos precedentes. (O sólo parcialmente a propósito de la clasificación
operada por Tricart.)
Para hacerlo he expuesto
y
comentado inicialmente dos tesis; la primera de Maurice Halbwachs, cuyo
trabajo
sumario ha contribuido notablemente a aumentar
nuestros
conocimientos sobre la ciudad y sobre la naturaleza de los hechos urbanos, y la segunda de Hans Bernoulli, teórico
ágil e inteligente de uno de los problemas más discutidos de la ciudad moderna.
Estos dos autores consideran también desde estos puntos de vista algunos elementos de discusión que han ocupado este estudio
y que requieren ser verificados constantemente.
Bernoulli, desarrollando su tesis
de
las
relaciones
entre
la
propiedad
del
suelo
y
la
arquitectura de la ciudad, había de llegar rápidamente a una concepción
científica de la ciudad;
no sucedía de modo diferente, partiendo
del proyectar, a los arquitectos teóricos como Le
Corbusier y Hilberseimer en el mismo
clima del racionalismo.
En las páginas precedentes hemos visto el aspecto romántico de especialistas
como Bernoulli y Hegemann; y cómo su
moralismo, que tanto
valor
da
a
su
figura
de
polémicos y de innovadores, acaba viciando su estudio de lo real; estoy convencido de que no se puede eliminar tan fácilmente la componente moralista en la valoración de los estudios de los teóricos de la ciudad y que sería una operacion
arbitraria. La posición
de Engels era sencillamente más fácil; afrontaba
el problema por así decirlo «desde fuera», es decir, desde el punto de vista político y económico, para decirnos que en este sentido el problema no existía. La conclusión podra
parecer
paradojica:
pero
es
la
unica
consideración clarificadora.
Cuando Mumford acusa a Engels de sostener
«que hay suficientes viviendas para salir adelante con tal
que
sean
divididas”
y
de
basar
esta
afirmación en la presunción no controlada de que lo que los ricos poseen es bueno, deforma brutalmente el pensamiento de Engels pero en sustancia reafirma la bondad de la tesis de éste.
Y no sorprende,
por otra parte, que la tesis de Engels no haya sido desarrollada en los
estudios sobre la ciudad; no podía
ser
desarrollada en aquellos
términos porque se planteaba en puros términos políticos.
Aquí se podrá
objetar
que
después de haber intentado captar la complejidad de la cuestión urbana en todos sus términos y por lo tanto haber remitido a la totalidad
misma de la estructura cualquier
explicación concreta,
ahora separamos lo que constituye, sin embargo,
el hecho principal de la polis, la
política, de su construcción.
La pregunta puede ser,
pues,
planteada
en
estos
términos; si la arquitectura de los hechos urbanos
es
la
construcción
de
la
ciudad,
¿cómo
puede
estar
ausente
de
esta
construcción lo que constituye su momento decisivo, la política?
Pero, sobre la base de todas las argumentaciones expuestas aquí, nosotros
no
sólo
afirmamos el lazo político, sino que, al contrario, sostenemos la preeminencia de este
lazo y precisamente su carácter
decisivo.
La política, de hecho, constituye aquí el problema de las elecciones. ¿Quién en última instancia elige la imagen de una ciudad? La ciudad misma, pero siempre y solamente a través de sus instituciones políticas.
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