miércoles, 21 de noviembre de 2012

Del parage que debemos escoger para las casas de campo - I

Las casas urbanas ó de la ciudad son ciertamente de mucha esplendidez y comodidad para los ciudadanos, habiendo de ~ivir en ellas todo el tiempo que necesiten para la administracion de la república y de sus cosas. Pero acaso no será menor la utilidad y recreo que sacarán de las de campo, en donde podrán pasar lo restante del tiempo, viendo y aseando sus posesiones, y aumentar sus bienes con la industria y agricultura. Ademas, en el campo á causa del exercicio que solemos hacer á piey á caballo, conserva nuestro cuerpo mejor salud y fuerzas. Finalmente,. aUi el animo cansado de las agitaciones civiles, restaura su vigor, y puede con tranquilidad atender al estudio y especulación de las letras. 
Así lo solian hacer los antiguos retirándose á sus granjas, adonde visitados de sus amigos y parientes disfrutaban fácilmente la vida mas dichosa que se puede gozar en la tierra, pasandola en estas quintas entre jardines, fuentes y demás virtuosas delicias. Asi, habiendo con el auxilio divino tratado ya de las casas urbanas, razón es que pasemos á las de campo, en las quales se trata principalmente del negocio particular y privado. 
Pero antes de llegar á los diseños de ellas, pareceme del caso tratar del parage que debemos elegir para su construcción , y del modo de distribuir sus piezas. No hallándonos aqui en sitio obliga- do, como suele suceder en las ciudades á causa de los edificios cercanos, es oficio del Arquitecto sabio investigar cuidadosamente el lugar mas cómodo y sano, puesto que por lo regular estamos en estas granjas en los mayores calores del estío, en cuya estación aun en los sitios mas sanos se debilitan y enferman nuestros cuerpos. Primeramente pues, elegiremos lo mas que podamos lugar cómodo para las po- sesiones, y en medio de ellas, á fin de que su dueño pueda sin fatiga verlas todas, mejorar el terreno circunvecino, y los colonos conducir brevemente los frutos á cubierto. Si se pudiere fabricar cerca de rio, en parage seguro, será cosa comodisima, porque las cosechas en todos tiempos se podrán conducir á poca costa por medio de barcos: servirán las aguas para los usos domésticos y para los animales, para el fres- co en verano, y agradable vista, y finalmente se podrán regar los campos, los jardines y los huertos que son la delicia y regalo de las granjas, todo con grande pro- vecho y hermosura. 
Pero no habiendo rio capaz de barcos, procuraremos edificar la casa de campo cerca de otras aguas vivas y corrientes, alejándonos lo mas que podamos de las muertas y encharcadas, porque corrompen el ayre. Podremos evitar con facilidad es- te inconveniente construyendo en parages elevados y alegres, esto es, donde los ayres se muden y renueven de continuo, y la tierra esté libre de humedades y malos va- pores por el declive propio. Esto hará que los habitadores se mantengan ágiles, sa- nos y de bello color, no sientan la molestia de los mosquitos y demás sabandijas que nacen de la putrefacción de las aguas muertas y paludosas.

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