jueves, 22 de noviembre de 2012

Del parage que debemos escoger para las casas de campo - II

Y por quanto las aguas son de primera necesidad para la vida humana, y producen en nosotros varios efectos según la variedad de sus qualidades, de manera que algunas causan mal de bazo, otras paperas, otras mal de piedra, y otras otros diversos males, debemos poner suma diligencia en edificar cerca de aquellas aguas que carezcan de todo mal sabor y de todo color; buscando siempre las que sean limpias, claras y sutiles, y que esparcidas sobre un lienzo blanco no dexen mancha despues de seco, pues estos serán indicios de ser buenas. 
Muchos modos de probar la bondad del agua nos enseña Vitruvio. Será perfecta si hiciere buen pan, la que cueza bien y presto las legumbres, y la que despues de haber hervido rato no dexa poso en el fondo de la vasija. Será buen indicio de la bondad del agua no verse moho ni jun- cos por donde pasa, sino que su viage estará limpio y terso, con arenillas ó guijas en su fondo, sin inmundicia ni cieno. También darán prueba de buen agua los ani- males que de ella beben si los vemos fuertes, robustos, gordos y lucios, no débiles y macilentos. 
• En orden á la sanidad del ayre, demás de lo dicho, darán señales los edificios antiguos no estando corroidos ó desmoronados: los arboles estando lozanos y hermosos, no inclinados á ninguna parte por el ímpetu de los vientos; y no serán de los que nacen en sitios réntanosos: las peñas de aquellos contornos, si no estuvieren mohosas por encima: y por fin las personas que por allí vivieren, si sus colores fueren naturales , y mostraren buen temperamento. No se debe fundar en valles cernidos de montes, porque los edificios metidos en honduras, además de carecer de vistas, de dignidad y majestad, son absolutamente contrarios á la salud: porque impregnada la tierra con las aguas allí recogidas, despide vapores pestilentes, no solo á los cuerpos sino también á los entendimientos, debilitando y entorpeciendo los vasos y miembros aquellos hálitos corrompidos. Aun lo que se guardará en los graneros se irá deteriorando y pudriendo por las humedades excesivas. 
Todavía mas: si en el valle entra el sol, el reflexo de sus rayos causará calores extraordinarios, y si no entra, la continua y eterna sombra volverá como estú- pidos y de mal color á los habitantes. Finalmente, si en el valle entran los vientos, como vendrán acanalados, serán furiosos y violentos; y si no entran, el ayre que allí habrá, como que no se renueva, será grueso y mal sano. Si fuese necesario fundar en el monte, tómese parage vuelto á región celeste templada, y que no lo asombren de continuo otros montes mas altos. Cuidese tam- bién de que no padezca el reverbero del sol reflectado de algunas peñas ó rocas; pues habrá de sufrir el calor dos veces, ó como de dos soles. Qualquiera de dichas malas calidades hará tales lugares indignos de ser habitados. En una palabra, las mis- mas precauciones debemos tomar para fundar una quinta que para una ciudad; pues esta no es otra cosa que una casa grande, y aquella una ciudad corta.

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