sábado, 16 de abril de 2011

INTRODUCCIÓN. HECHOS URBANOS Y TEORÍA DE LA CIUDAD (II)

Por esto, en los estudios urbanos nunca daremos suficiente importancia al trabajo monográfico, al conocimiento de los hechos urbanos particulares. Omitiendo éstos —aun en los aspectos de la realidad más individuales, particulares e irregulares, pero por ello también más interesantes— terminaremos por construir teorías tan artificiales como inútiles.
Fiel a esta tarea, he tratado de establecer un método de análisis que se preste a una valoración cuantitativa y que pueda servir para reunir el material estudiado según un criterio unitario; este método se deduce de la teoría de los hechos urbanos antes indicada, de la consideración de la ciudad como manufactura y de la división de la ciudad en elementos primarios y en zona residencial. Estoy convencido de que hay una buena posibilidad de progresar en este campo si se procede a un examen sistemático y comparativo de los hechos urbanos sobre la base de la primera clasificación intentada aquí.
Acerca de este punto me es necesario todavía decir esto: que si la división de la ciudad en esfera pública y esfera privada, elementos primarios y zona residencial, ha sido varias veces señalada y propuesta, nunca ha tenido la importancia de primer plano que merece.
Esa división está íntimamente relacionada con la arquitectura de la ciudad, porque dicha arquitectura es parte integrante del hombre, es su construcción. La arquitectura es la escena fija de las vicisitudes del hombre; con toda la carga de los sentimientos de las generaciones, de los acontecimientos públicos, de las tragedias privadas, de los hechos nuevos y antiguos. El elemento colectivo y el privado, sociedad e individuo, se contraponen y se confunden en la ciudad, constituida por tantos pequeños seres que buscan una sistematización y, al mismo tiempo, juntamente con ella, un pequeño ambiente para ellos, más adecuado al ambiente general.
Los edificios de viviendas y la zona sobre la cual persisten se convierten, en su fluir, en los signos de esta vida cotidiana.
Contemplemos las secciones horizontales de la ciudad que ofrecen los arqueólogos: son como una trama esencial y eterna del vivir; como un esquema inmutable.
Los que recuerden las ciudades de Europa después de los bombardeos de la última guerra tendrán presente la imagen de aquellas casas despanzurradas, donde entre los escombros permanecían firmes las secciones de las habitaciones familiares, con las tapicerias descoloridas, las fregaderas suspendidas en el vacío, el entresijo de tuberías, la deshecha intimidad de cada lugar. Y siempre, envejecidas extrañamente para nosotros mismos, las casas de nuestra infancia en el fluir de la ciudad.
Así, las imágenes, grabados y fotografías de los despanzurramientos nos ofrecen esta visión; destrucción y escombros, expropiación y cambios bruscos en el uso del suelo así como especulación y obsolescencia son algunos de los medios más conocidos de la dinámica urbana; intentaré por ello analizarlos como se merecen. Pero aparte de toda valoración quedan también como la imagen del destino interrumpido de lo singular, de su participación, muchas veces dolorosa y difícil, en el destino de la colectividad. La cual, como conjunto, parece en cambio expresarse con caracteres de permanencia en los monumentos urbanos. Los monumentos, signos de la voluntad colectiva expresados a través de los principios de la arquitectura, parecen colocarse como elementos primarios, como puntos fijos de la dinámica urbana.

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