lunes, 17 de septiembre de 2012

Praga la ciudad de las cien torres

PASEAR POR SUS CALLEs ES COMO SUMERGIRSE EN UN CUENTO DE HADAS | IGLESIAS, PUENTES, MANSIONES DE LA ANTIGUA NOBLEZA DE BOHEMIA Y EL CASTILLO QUE CORONA LA CIUDAD, COMPONEN UNA ESTAMPA ÚNICA.

Desde lo alto de sus torres, once siglos contemplan al viajero. En el corazón de la vieja Europa, la capital de la República Checa se alza majestuosa. La ciudad está ubicada ligeramente al noroeste respecto al centro geográfico del país, el cual limita al norte y al oeste con Alemania, al sur con Austria, al este con Eslovaquia y al norte y noroeste con Polonia.

Se la conoce como la ciudad de las cien torres, la Roma del norte e incluso se ha llegado a decir de ella que no se ha abierto en toda la faz de la tierra un libro de historia y arquitectura más hermoso.

En Praga hay infinidad de rincones con encanto, aunque si sólo se va a estar unos días en la ciudad es importante tener claro qué visitas son imprescindibles. Entre los lugares indispensables destacan el puente de Carlos, el castillo y la ciudad vieja, según comenta

Maxi Puebla, un argentino que vive desde hace años en Praga y que trabaja como guía turístico de la ciudad.

El puente de Carlos es una auténtica joya de la arquitectura medieval que comunica la ciudad vieja con Malá Strana (ciudad pequeña), el barrio en el que residía la nobleza. El emblemático puente tuvo varios predecesores que no resistieron las embestidas del río Moldava. No obstante, este símbolo de la ciudad de Praga ya lleva en pie más de seis siglos y medio.

El emperador Carlos IV fue el encargado de colocar la primera piedra y para ello buscó una fecha y una hora exactas que dieran lugar a un número capicúa. Resultó elegido el 135797531, lo que significa que fue en el año 1357, el día nueve del mes de julio a las 5.31 horas cuando comenzó la construcción, algo que refleja el interés de la corte de Carlos IV por la astrología.

Dos hileras de estatuas de carácter religioso adornan el puente. Entre ellas se encuentra la de San Juan Nepomuceno, que murió en 1393 al ser arrojado desde este mismo puente. Cuenta la leyenda que el sacerdote incurrió en la ira del rey Wenceslao IV al negarse a revelar el secreto de confesión de su esposa. Sin embargo, los historiadores señalan que fue asesinado por oponerse a los propósitos del monarca de imponer su autoridad sobre la iglesia checa.

Sea como fuere, hoy yace en una tumba de plata en la catedral de San Vito, un edificio de estilo gótico que comenzó a construirse en 1344 y que no se terminó hasta 1929. La catedral se encuentra muy próxima al antiguo palacio real, donde tuvo lugar la segunda defenestración de Praga. Se trata de la más importante de las tres defenestraciones que se produjeron en una ciudad donde arrojar a la gente desde las alturas llegó a convertirse en una tradición política muy popular.

En 1618, Fernando II, rey de Austria y católico ferviente, ocupaba el trono del Sacro Imperio Romano Germánico. Sin embargo, la aristocracia de Bohemia, de religión protestante, no acababa de simpatizar con el monarca y decidieron hacérselo saber de una manera contundente. Así, el 23 de mayo lanzaron a dos gobernadores imperiales y a un secretario desde una de las ventanas del castillo. Aunque ninguno de los defenestrados murió, el hecho tuvo dramáticas consecuencias ya que precipitó el estallido de la guerra de los treinta años, una contienda de carácter religioso entre católicos y protestantes que asoló Europa.

Hoy, el visitante puede asomarse sin miedo a tan controvertida ventana y aprovechar su paso por el castillo para admirar las extraordinarias vistas de la ciudad. Una vez que se ha subido hasta el recinto del castillo (mejor en tranvía que a pie) es inexcusable la visita a la catedral de San Vito y a la iglesia de San Jorge. El camino de vuelta le llevará por el callejón del oro, que debe su nombre a los orfebres que moraban allí. Se halla en el recinto del castillo y cuenta con una hilera de casitas de colores de gran encanto. Unas albergan pequeños museos con los útiles de los artesanos mientras que otras han devenido en tiendas de recuerdos. En una de ellas vivió el famoso escritor Franz Kafka.

EL GUETO JUDÍO

Lejos ya del castillo, en el barrio viejo y junto a la sinagoga española, una estatua honra al célebre autor de “La metamorfosis”. Estamos en el antiguo gueto judío de Praga. El cementerio, la sinagoga Vieja-Nueva, la sinagoga Pinkas y el ayuntamiento judío, además de la citada sinagoga española, son algunos de los principales puntos de interés del barrio judío o Josefov. Pero antes de adentrarse en el antiguo gueto, es recomendable conocer la leyenda del Golem. Se cuenta que el rabino Loew creó un enorme muñeco de arcilla y le dio vida al meterle en la boca un amuleto que llevaba escrito el nombre de Dios. El Golem fue su sirviente y protegió a los judíos del gueto.

Existen varias historias sobre su final. La versión más difundida de la leyenda señala que un día, en víspera del sabbat, el rabino olvidó sacar de la boca del Golem el amuleto que le daba vida. Este, furioso por tener que trabajar el día sagrado judío, huyó y aterrorizó a la población durante varias jornadas antes de que el rabino pudiera retirarle el amuleto. Todos los relatos coinciden en que, tras la muerte del Golem, sus restos fueron depositados en el desván de la sinagoga Vieja-Nueva donde, según la creencia, todavía permanecen.

Además del barrio judío, la ciudad vieja tiene otros lugares interesantes como la iglesia de Santiago o la torre de la pólvora. No obstante, el corazón de esta zona es sin duda la plaza del ayuntamiento, una parada absolutamente inexcusable. Allí se encuentran el memorial de Jan Hus, la iglesia de San Nicolás y la de Nuestra Señora de Týn que merecen ser contempladas sin prisas.

Sin embargo, el principal atractivo de esta plaza es el reloj astronómico, ubicado en la torre del ayuntamiento. Las tres agujas de la esfera central indican la posición del sol, de la luna y de los planetas según la cosmología medieval. La esfera inferior, por su parte, es un calendario de los meses del año.

Cada hora en punto comienza un espectáculo que hace que una multitud de turistas se congregue bajo el reloj. Un asombroso mecanismo de relojería creado en el siglo XV deleita al público con la aparición de una serie de detalladas figuras mecánicas. El irremediable paso del tiempo queda simbolizado por el desfile de Cristo seguido por los doce apóstoles, que se muestra en las ventanas superiores del reloj. Las figuras que le flanquean representan a la lujuria, la vanidad, la avaricia y la muerte. Esta última está encarnada por un esqueleto que, al hacer sonar su campanilla, inaugura esta peculiar procesión. Todo termina con el canto del gallo. Otra de las paradas imprescindibles es Malá Strana, donde residía la antigua aristocracia. Sus escudos todavía se pueden ver en muchas fachadas. El alma del barrio es la plaza de Malá Strana y desde allí se puede visitar la iglesia de San Nicolás. Otros lugares a tener en cuenta son la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, conocida también como del Niño Jesús de Praga, el Museo de Kafka o el muro Lennon.

Esta pared cubierta de grafitis es un monumento a la resistencia. La primera pintada apareció en diciembre de 1980, tras la muerte de John Lennon. En la Checoslovaquia comunista supuso toda una provocación, ya que el antiguo Beatle era un abanderado de la paz y de la libertad, por no decir que las canciones pop-rock occidentales estaban prohibidas por el régimen. Hoy, este muro se ha convertido en una verdadera atracción turística donde se siguen escribiendo mensajes a favor de la paz.

La plaza de Wenceslao ha llegado a ser, asimismo, un icono. Por ella desfilaron los tanques soviéticos cuando vinieron a sofocar el levantamiento de los checos durante la famosa primavera de Praga.

“Lo que más me interesa es la parte política, los vestigios de la época comunista. A algunos les gusta la pintura, a otros la arquitectura y hay quienes vienen a Praga para disfrutar de la música”, destaca Maxi. El guía explica que es difícil recomendar un itinerario pues se puede recorrer una Praga distinta en función de los intereses del visitante.

MÚSICA CLÁSICA

Algunos viajeros acuden a la capital de la República Checa atraídos por la música. No en vano, tanto Mozart como Beethoven pasaron un periodo de sus vidas en Praga. A día de hoy, el entusiasmo musical de los checos no ha decaído. Los conciertos de música clásica son habituales en las iglesias, por no hablar de la Casa Municipal y del Teatro Nacional donde, por cierto, se rodó la película “Amadeus”.

En el terreno gastronómico, además de la extraordinaria cerveza checa, destacan los guisos a base de carne de cerdo o de pato. “Lo más típico es el koleno (codillo de cerdo). El pato también es muy tradicional. Se sirve con unos panecillos de harina o de patata cocidos con vapor de agua y se acompaña con repollo blanco o rojo. Por otra parte, el gulash es un estofado de carne muy recomendable en invierno”, apunta.

El invierno de Praga es extremadamente duro. En los meses más fríos, los termómetros pueden marcar -15ºC e incluso -20ºC. En verano, el calor es intenso y la afluencia de turistas también lo es. Por ello, el guía aconseja visitar la ciudad en los meses de marzo, abril y octubre.

Para Maxi, la fiesta más interesante de Praga es United Island, una serie de conciertos que tiene lugar durante el verano en las islas del Moldava. En ellos participa un buen número de bandas internacionales. No obstante, hay otras muchas fechas señaladas en la ciudad, como el carnaval de Bohemia (www.carnevale.cz) que se celebra en febrero, el festival checo de la cerveza (www.ceskypivnifestival.cz) que acontece en mayo o las numerosas fiestas tradicionales que se suceden durante la Semana Santa.

Se puede visitar Praga por diversas razones, con motivo de una festividad local, para disfrutar de la música o para deleitarse ante su magnífica arquitectura. Pero, sean cuales sean estas, lo cierto es que la ciudad no dejará a nadie impasible. Altiva y misteriosa, se torna diferente en función de los ojos que la contemplen. En definitiva, como comenta Maxi, Praga “es una ciudad en la que perderse y encontrar la salida”.

CONSEJOS PRÁCTICOS

• Si se visita Praga durante la temporada alta, merece la pena madrugar considerablemente aunque solo sea un día para poder pasear por los lugares más emblemáticos, como el puente de Carlos o la plaza de la ciudad vieja, antes de que se despierten las hordas de turistas y salgan a colapsar la ciudad.



• La moneda de Praga es la corona checa. Un euro equivale a unas 25Kc, mientras que por un dólar americano debería recibir unas 19 o 20 coronas.



• Las casas de cambio abundan por toda la ciudad, sobre todo en las zonas turísticas. No obstante, considere cuidadosamente sus condiciones ya que, en ocasiones, son extraordinariamente perjudiciales para el viajero.



• Si necesita cambiar dinero, diríjase a la calle Politických veznu, cuyas oficinas de cambio ofrecen las mejores condiciones de la ciudad. Esta calle está relativamente cerca de la plaza de Wenceslao y de la estación de trenes Hlavní Nádrazi.



• Si se pretende seguir recorriendo la ciudad durante la tarde, es mejor no tomar una comida checa tradicional al mediodía. Estos platos, aunque exquisitos, son realmente contundentes y convertirán la simple idea de dar un paseo en un trabajo hercúleo.



• En la entrada de algunos monumentos hacen importantes descuentos a los estudiantes. Si usted cuenta con un carné de estudiante en vigor, llévelo consigo a Praga.



• Cada día, a las 10.30 y a las 14.30 salen visitan guiadas en español desde el reloj astronómico. Estos tours son gratuitos, pero lo correcto es darle una propina al guía al final del recorrido.






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