miércoles, 26 de diciembre de 2012

Oscar Niemeyer el genio de la curva

Considerado por muchos como el pa-dre de la arquitectura modernista brasileña, el célebre arquitecto Oscar Niemeyer falleció recientemente a los 104 años de edad, a diez días exactos de cumplir los 105 años.

Autor de más de 600 pro-yectos arquitectónicos, Niemeyer falleció en el Hos-pital Samaritano de Río de Janeiro, en el que estaba ingresado desde el pasado 2 de noviembre debido a unos problemas renales.

Nacido el 15 de diciembre de 1907 en Río de Janeiro, dentro de una familia aco-modada y religiosa, Oscar Ribeiro de Almeida de Niemeyer Soares se va con una larga lista de premios y reconocimientos logrados a lo largo de una vida dedica-da al mundo de la arquitec-tura, en la que trabajó hasta prácticamente su último día a pesar de su deteriorado estado físico, debido a su edad, en su taller en la mítica playa de Copacabana.

Tras ensayar los trazos rectilíneos del Movi-miento Moderno en sus primeros edificios, que diseñó en la década de los trein-ta, apostó por darle un toque particular a su estilo sencillo, más “carioca”, y siempre con su fe en el comunismo presente, buscando con sus construccio-nes contribuir a una sociedad más justa y equitativa, siempre con la curva presente en sus obras, algo que le valió ser considerado “el genio de la curva”.

Su marca comunista quedó grabada en su primera gran obra, la iglesia de la Pampulha, en la ciudad de Belo Horizonte (1938), cuyas sinuosas curvas recuerdan a una hoz y un marti-llo, lo que llevó al Episcopado a desconfiar y a retrasar la consa-gración del templo una década.

El toque comunista también quedó grabado en el mausoleo que diseñó para el expresiden-te brasileño Juscelino Kubitschek en Brasilia, que hizo durante la dictadura militar y que le valió un exilio forzado entre 1967 y 1982, principalmente en París.

Es precisamente la actual capital del país el principal legado de Niemeyer. Junto al urbanis-ta Lucio Costa, otro stalinista declarado, Niemeyer creó de la nada la ciudad de Brasilia. En cuatro años, desde 1956 a 1960, diseñaron y trazaron la ciudad, con su catedral, ministe-rios, congreso nacional, tribunal federal, sede de la cancillería y calles para los ciudadanos de la nueva capital.

Anteriormente, y debido a su prestigio cre-ciente a nivel mundial, debido a ser pionero en el uso del cemento armado como un elemento dúctil con funcionalidad artística, fue uno de los arquitectos que diseñaron la sede de las Naciones Unidas en Nueva York en 1947, bajo las órdenes de Le Corbusier, su mentor.

En 1980 Niemeyer anunció que iniciaba su última fase como arqui-tecto. Empezó entonces a trabajar en el Memorial de los amigos ya muertos, como el antiguo presi-dente Juscelino Kubitschek, erigi-do en Brasilia, en una fase que se ha prolongado más de treinta años, hasta su muerte.

En 2010, se negó a participar en la celebración del 50 aniversario de Brasilia, al no estar de acuerdo con la evolución de la ciudad que había diseñado. No fue el único reconocimiento al que no asistió a lo largo de su vida, puesto que su miedo a volar le impidió coger muchos aviones para recoger premios.

Entre los que ganó, destacan el premio Pritzker en 1988, el mayor reconocimiento en el mundo de la arquitectura y que no fue a reco-ger en Chicago, y el Príncipe de Asturias en Oviedo en 1989.

A ellos hay que añadirles otros reconoci-mientos como el Lenin de la Paz (1963), el León de Oro de la Bienal de Venecia (1996), el UNESCO de la Cultura (2001) y la Orden de las Artes y las Letras del Gobierno de España (2009).

A lo largo de su vida, Niemeyer se casó dos veces: a los 21 años lo hizo con Anita Baldo, con la que compartió 75 años de su vida y con la que tuvo su única hija, Ana María, que posteriormente le daría cinco nietos y 13 biznietos.

Tras el fallecimiento de Baldo en 2004, Nie-meyer se casó, a los 98 años de edad, y a escondidas de su familia, con Vera Lucia Ca-breira, quien fue su secretaria durante décadas y es 40 años más joven que él.

En los últimos años, a pesar de no dejar el trabajo en ningún momento, Niemeyer pasó varias veces por el hospital. Estuvo varias semanas ingresado en 2009, 2010, 2011 y este mismo año, cuando un cuadro de deshidrata-ción le obligaron a pasar varios días en el Hospiral Samaritano en mayo y octubre.

En febrero de este año, hizo una de sus últimas apariciones públicas cuando fue al Sambódromo de Río de Janeiro, el lugar en el que cada año desfilan las escuelas de samba del Carnaval más famoso del mundo, para inaugurar la reforma que se había realizado, siguiendo el diseño original que él había trazado unas décadas antes.

En junio vio como su hija Ana María fallecía a los 82 años de edad. A pesar del duro golpe que supuso para él, Niemeyer continúo traba-jando en su taller en nuevos proyectos, hasta que una serie de problemas renales motivaron su ingreso en el hospital el 2 de noviembre, del que ya no salió.

Con centenares de obras repartidas en cinco continentes, con Niemeyer se va un genio del arte brasileño y una de las figuras más impor-tantes de la arquitectura del siglo XX, con un estilo libre que huye del excesivo racionalismo y que redundó en el uso y abuso de las curvas, con las que ha buscado reflejar el perfil feme-nino y romper con todo tipo de convenciona-lismos. (XINHUA).

ARGENPRESS.info

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