domingo, 16 de junio de 2013

Las ciudades ante el programa de flexibilización laboral - IV

Para esto, los personeros del capital aducen justificaciones que, aunque resistidas por razones políticas o morales, a primera vista parecen difíciles de refutar en términos económicos. Primero, se fundamenta la apertura de los mercados nacionales como condición para realizar la promesa del acceso a los beneficios del progreso tecnológico. Segundo, se acepta que, dada la ubicuidad territorial de los procesos productivos y la revolución en las escalas y ritmos de producción y transporte -que hacen técnicamente posible producir desde cualquier región del mundo para vender en cualquier rincón del planeta-, es conveniente dar al capital la libertad de ubicar la producción donde sea más eficiente', para que todos gocemos de más productos con menores costos. 
La justificación pretende cerrarse, en términos sociales, con la hipótesis que, en condiciones de competencia por el mercado global, las empresas se verán forzadas a pasar esos beneficios a los consumidores del mundo. Todo obstáculo al libre funciona- miento de los mercados impediría que esta ley se cumpla. Lo curioso es que, abiertas las economías, el principal blanco de la lucha en defensa de la competencia no es la proliferación de megamonopolios sino las instituciones que intentan garantizar los derechos de los trabajadores. 
Esto se presenta bajo el término anodino de 'flexibilización' del mercado de trabajo. Se aduce que, de no aceptarla, los trabajadores perderán no sólo el empleo sino la posibilidad de insertarse en nuevas relaciones de trabajo, más creativas, más va- riadas, menos dependientes de poderes centrales, recuperando el control de los procesos de trabajo... Pero la flexibilización encierra un resultado contradictorio: por un lado puede generar ese efecto para quienes logran ser contratados como analistas simbólicos'21 por el capital, pero, por otro lado, los expone es tructuralmente a condiciones de vulnerabilidad y precariedad dada la competencia canibalista por las posiciones que desata el nuevo sistema. A la vez, excluye estructuralmente del trabajo asalariado a masas de ciudadanos que no tienen otro medio de acceder a la subsistencia. Todo ello es incompatible con cualquier definición moralmente aceptable de desarrollo humano.

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