En este caso, los factores de localización de la actividad indican una ubicación
de las bocas de producción y distribución cercanas a cada mercado. Pero esto
no implica ya, como en los años sesenta, que este tipo de mercados queda para el capital endógeno.
El capital global ha desarrollado tecnologías de estandarización de diseños y formas de provisión que le permiten extenderse en red
hasta los rincones del planeta donde haya suficiente mercado para justificar una
boca de salida. Se diseña un producto base que se adapta -por su gusto, su imagen, etc.- a cada mercado local, pero con los mismos procesos de trabajo y la
misma marca, en muchos casos concesionada a expendedores locales. Así, al
alcanzar masividad, toda necesidad, aunque deba ser satisfecha por fuentes de
producción local, puede ser negocio global: la distribución del agua potable, las
comidas rápidas, el lavado de ropa, las funciones de cine, la programación de
televisión y, por supuesto, los servicios bancarios. Algunos rubros culturales se
vuelven accesibles directamente desde Internet: librerías y disquerías, cursos de
formación y carreras de educación superior a distancia, etc. En este caso, como
en el anterior, la reducción de costos del trabajo, en cada localidad, es condición de la rentabilidad del capital global.
Se habla mucho de los 'nichos' del mercado: oportunidades de innovar y
hacer negocio en los intersticios no cubiertos por el gran capital. Sin embargo,
el capital global viene demostrando que puede superar la fragmentación de los
mercados, incluso sobre bases territoriales (como el caso de su dispersión en decenas de miles de ciudades del mundo). Para la visión global, los 'islotes' de
mercado se convierten en archipiélagos mediante el tendido de puentes de dirección descentralizada y flujos de información y capital. Nuevos territorios
económicamente compactos son así creados y colonizados culturalmente.
Sin embargo, hay una contradicción: si lo que atrae a esas empresas es el
mercado local, su política minimizadora de empleos y salarios, su tendencia a
remesar las ganancias a otros circuitos de acumulación tiende a reducir ese mercado. Los comportamientos monopólicos reducen el ingreso real de los consumidores por la doble vía de establecer precios altos que optimizan su ganancia,
y reducir los salarios nominales y los beneficios indirectos de sus propios trabajadores. Aun en bienes de consumo masivo, cuando todos los capitalistas hacen
lo mismo a escala global, la coincidencia fordiana entre consumidores y trabajadores se diluye y la combinación de ambos mecanismos profundiza esa contradicción.
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