domingo, 7 de julio de 2013

El papel del Estado - III

El problema para el capital global y sus representantes no es económico, pues puede seguir acumulando en estas condiciones por mucho tiempo, sino político: cómo contener a los millones de desocupados y degradados en su condición humana, que además tienden a concentrarse en ciertas regiones del mundo, principalmente urbanas. Cómo legitimar un sistema socioeconómico que excluye masas de ciudadanos -mediante las instituciones de un régimen político basado en elecciones universales y recurrentes. Esto último no parece significar todavía un gran peligro, pues las opciones que se suelen presentar para el voto no son alternativas a este estado de cosas, dado que el 'realismo' político de los partidos conduce a aceptar -con algunos matices que, sin embargo, pueden ser importantes por sus efectos sociales- el dictado de los criterios economicistas y recomendaciones de los organismos internacionales y gobiernos de países centrales que velan por este orden económico global. La 'mano dura' con la delincuencia de origen social y la represión a las protestas están cada vez más presentes en el discurso de la gobernabilidad.
Aunque se ha perdido mucho con las aperturas indiscriminadas de los años 80 y 90, para los países periféricos no está agotada la opción de que el Estado demore o revierta parcialmente la entrada en la globalización plena, fortaleciendo las estructuras productivas remanentes y las bases profundas de su competitividad; condicionando aperturas adicionales a la efectivización de su equivalente por los países centrales. Para ello pueden usarse los acuerdos regionales, que clausuran parcialmente y por un tiempo los mercados si bien estos se abren intraregionalmente. Pero esto supone comportamientos solidarios o al menos de competencia cooperativa entre los países periféricos y sus industrias y sociedades, donde todos puedan mejorar sus condiciones frente al resto del sistema mundial.
Supone también, el resurgimiento de organizaciones sindicales adecuadas para el nuevo régimen productivo y de escala al menos regional. Políticas activas y homogéneas de los estados componentes de la unión comercial. Asumir la soberanía para fijar políticas fiscales, tarifarias y monetarias que contrarresten el poder monopólico nacional e internacional actuando sobre los precios relativos, principal mecanismo de orientación de la producción y de distribución de la riqueza. Avanzar en una integración más profunda que la de competir en mercados protegidos de la competencia externa, parcialmente.

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