domingo, 17 de julio de 2016

Armando piezas... conectando vidas. El arte de reproducir la historia

La palabra “hobby” hace referencia a un número de situaciones: momentos de ocio, un pasatiempo, alguna actividad placentera y relajante y otros más. Así, generalmente asociada a la distensión y el descanso, debería llamar la atención cuando implica niveles adicionales de esfuerzo y se practica durante años, de manera metódica y ordenada.

Este es el caso del modelismo estático, una actividad que consiste en armar modelos en miniatura de objetos reales, con gran detalle, para apreciarlos sin movimiento, y con el tiempo, convertirse en piezas de colección.

En la ciudad de Cochabamba, el modelismo se practica desde hace décadas, y aunque no se puede identificar con total precisión a sus primeros aficionados, uno de los más prolíficos de todos accedió a mostrar su sorprendente colección.

Así, nos invita a conocer su historia con las maquetas y con la organización de la que es parte, una de las dos que reúne a los modelistas cochabambinos y que ahora se encuentra ultimando los preparativos para su próxima exposición.

AMOR A PRIMERA VISTA

Alberto Claure, un cochabambino con raíces aiquileñas, tiene una rutina bastante apretada; entre su oficio de mecánico, escuchar con atención los noticieros matutinos y nocturnos, las horas de juego con sus pequeños nietos y las que entrega a su pasatiempo favorito, no queda mucho espacio libre.

Sin embargo, si se trata de hablar de lo último, siempre encuentra tiempo, no es para menos, le ha entregado 50 años de su vida y en retorno, el modelismo le ha dado muchos momentos felices.

La habilidad para el armado manual corre en la familia de Don Alberto por generaciones: su abuelo Plácido fabricaba armas y relojes ya en 1912 y su padre Juan trabajó como mecánico desde su adolescencia. Familiarizado con la técnica, comenzó a fabricar mini esqueletos de vehículos a partir de filones de fierro en 1955, cuando tenía 10 años, pero el flechazo definitivo llegaría poco después.

“La primera vez que vi esto tenía doce o trece años”, recuerda Don Alberto, mientras observa los aviones elegantemente alineados en una de las siete vitrinas que guardan sus pequeños tesoros.

Ese encuentro sucedió cerca del año 1958, gracias a las reuniones de catecismo de una iglesia cristiana que visitaba durante su niñez – atraído, confiesa, por las deliciosas chocolatadas con las que la congregación los recibía– en las que un pastor extranjero les inició en el armado de maquetas.

Enamorado para siempre, ahorró todos sus recreos para comprar sus primeras maquetas, en La Paz, “con 25 pesos”; y cuando, años después, se abrieron tiendas de este material en Cochabamba, pudo elevar su gusto por armar a la categoría de afición de experto.

¿Este es un hobby? “No, es una pasión... la felicidad de conseguir y comprar un buen modelo y cuando lo tienes acabado así… es como si estuvieras abrazando a la chica de tus amores”, responde convencido Claure.

Al mostrar un hermoso Chevrolet verde su voz parece retroceder al pasado. Su padre, Juan Claure – un laureado corredor automovilístico – “tenía una camioneta como esta”, por lo que Don Alberto puede avalar la precisión de la diminuta reproducción.

Vicky, una de sus tres hijas, lo mira con orgullo. “Él es bien autodidacta, aprendió alemán por su cuenta, para poder entender los manuales”, cuenta ella. “También domino bastante el inglés”, agrega él.

Sus conocimientos de historia también generan admiración: nombres, fechas, batallas y ni qué decir de los detalles técnicos de la ingeniería correspondiente a cada periodo; para él no era suficiente aplicar la pintura como indicaba el manual, debía saber la simbología y conflictos políticos que ese color escondía. Y es que él no estaba pegando piezas de plástico, estaba viajando en el tiempo.

“Discutía con el profesor en el colegio, porque el libro decía una cosa pero lo que yo leía decía otra”. Mirando a Vicky, recuerda que su pasión metió en alguno que otro leve conflicto a ella y sus hermanas. “A veces mis hijas me preguntaban por qué había sido la Segunda Guerra Mundial, y yo les contaba a mi manera”, cuenta él; “y nos aplazábamos” completa la joven. “Se aplazaban” confirma él. Ambos sonríen, conscientes de que el amor entre ellos importa más.

ARMANDO EL CLUB

Debido a su edad, 28, el actual presidente de la Sociedad de Modelismo Estático – Cochabamba (SOMEC), Ing. Juan Pablo Gallardo, conoce el origen de su club solo a través de los relatos de sus miembros más antiguos.

Fueron las tiendas de maquetas las que posibilitaron los primeros y fortuitos encuentros entre los cochabambinos que se dedicaban a esta actividad de manera independiente y aislada. Solo fue cuestión de tiempo hasta que el año 1998 el arquitecto Antonio Muñoz organizara, junto a Don Alberto y otros pocos, la primera exposición de modelismo estático. Gracias a una convocatoria en el periódico, modelistas aficionados de la ciudad concurrieron en un mismo espacio en una misma ocasión, para mostrar lo que los unía en el anonimato.

Avizorando las ventajas de la cooperación mutua, fundaron SOMEC, que ahora tiene 18 miembros activos, entre arquitectos, ingenieros agrónomos, un ingeniero en software, un piloto, ingenieros civiles, economistas, administradores y hasta médicos. “Lamentablemente ya poca gente se dedica a esto, casi somos los mismos gatos del ‘97”, cuenta bromista el señor Claure, sobre el club fundado con amigos apasionados como él.

LIDERAZGO JOVEN

Siendo el miembro más joven –con solo dos años y medio en el club– Gallardo fue elegido presidente, con el apoyo de todos sus pares. “Creo que les gustó el entusiasmo y vieron que me movía más”, explica, sobre el impacto del uso de internet para encontrar material nuevo, introducido por él en la dinámica del grupo.

“Ellos sufrían porque solo iban a esas tiendas y solo compraban lo que había ahí”. Desde entonces, gran parte de los “no” del mercado local son resueltos por los “sí” del mercado online, gracias a la mediación de Gallardo, en quien vieron un compañero hábil y voluntarioso.

Su inicio en el modelismo se dio gracias a una circunstancia conmovedora. “Yo entré al hobbie por mi papá, porque él es piloto…bueno, ya es jubilado, y entonces, como él ya no volaba yo lo veía en la casa…no sé, hasta melancólico”, cuenta el joven, quien decidió regalarle, por el Día del Padre, un modelo a escala del avión que piloteó durante años.

Juntos, unieron cada pieza hasta convertirla en la versión “mini” de la apreciada nave aérea, orgullosos de la proeza, buscaron un nuevo reto. “Fui a las Torres Sofer, donde hay una tienda, buscando un modelo específico, y vi ahí un panfleto invitando a una exposición (…) fui al evento y me puse a hablar con los del club, me preguntaron cómo conseguí el modelo que llevé y que habían estado esperando por años”, relata Gallardo sobre su ingreso oficial al club.

ECONOMÍA Y FAMILIA

“La verdad, es un hobby de paciencia”, indica Gallardo, “dependiendo de lo que quieras armar, sí se podría decir que es un hobbie caro, porque los modelitos pueden ir desde los 10 hasta los 500 dólares”. Por su parte, don Alberto nunca se animó a cuantificar su inversión a lo largo de 50 años porque cree que la cifra lo “haría caer de espaldas”, pero lo más probable es que supere los 15 mil dólares.

Aunque los miembros de SOMEC tratan de limitar su pasatiempo a los ingresos económicos remanentes y a los tiempos de ocio, no se han librado de uno que otro reclamo familiar.

“Hay señores que ya están años en el hobby, y sus esposas cada vez los ven llegando a casa con nuevas maquetas y cuestionan eso, porque ya tienen tantos acumulados, muchos sin armar todavía”, explica Gallardo. En el caso de don Alberto, de las casi 1.200 maquetas que tiene en casa, más de 300 están todavía esperando su turno para ser armadas.

Tantos años balanceando matrimonio y modelismo los llevaron a desarrollar trucos –como esconder tres maquetas en una caja para que la familia crea que solo compraron una– y razonamientos para defender su afición.

Según don Alberto, su difunta esposa no le recriminaba ni incentivaba, solo decía: “mejor que se dedique a sus aviones que a otras chicas”. El resto de su familia comprende la importancia de su pasión. “Para que estés 50 años en lo mismo, sufriendo, zapateando…tiene que gustarte mucho”, finaliza satisfecho.


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