Los debates en torno a la autonomización relativa de la gestión del cen-
tro histórico remiten a la cuestión más amplia de las reformas político adminis trativas que muchas ciudades han emprendido. En este sentido, nos parece que
el diseño de órganos de gobierno y de gestión, propios de los centros históri-
cos, que sean capaces de asegurar la coordinación, eficiencia y durabilidad de
los programas y proyectos, constituye un desafio todavía no resuelto, con nota-
bles excepciones como la de La Habana Vieja.
Pero si la unificación de la acción pública en los centros históricos, bajo la
conducción de un liderazgo político fuerte (el alcalde) parece haber producido
varias experiencias exitosas de regeneración urbana, no deja de ser bastante vul-
nerable a los recambios políticos locales.
Algunas ciudades piensan encontrar en el autofinanciamiento del organis-
mo responsable, así como en los compromisos financieros internacionales ad-
quiridos, formas de asegurar la permanencia y continuidad de la gestión públi-
ca. En el caso de México, algunas ciudades utilizan para ello la figura del 'fidei-
comiso', o bien la de un 'órgano desconcentrado'. En la ciudad de Campeche,
por ejemplo, el órgano desconcentrado encargado del centro histórico puede
tener un patrimonio propio, captar recursos presupuéstales, a la vez que gestio-
nar recursos de fuentes no gubernamentales.
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